Antonio Lorca.- A la tarde le faltó alma; le faltó sentir, vivir, embestir, torear… Hubo de casi todo, pero faltó emoción.

La novillada de Montealto fue preciosa de hechuras -menos el feo sexto-, variada de capa -un negro, dos salpicados, un colorao, un melocotón y un castaño-, bravos todos en los caballos, alegres casi todos en banderillas y nobles en la muleta; pero a los seis les faltó carácter en el momento final; fue la suya una nobleza sosa y fría.

Y algo parecido le ocurrió a la terna de jóvenes espadas: la bravura -el valor- y la nobleza se les supone, pero no la personalidad, y esa asignatura no la aprobaron; demostraron que conocen el oficio para su corta edad -el francés Younes cumplió ayer veinte años-, pero a los tres les faltó el necesario sentimiento para expresar ese misterio que todo torero que se precie dice llevar dentro de sí.

Al mexicano Leo Valadez, por ejemplo, se le nota placeado, y es una enciclopedia con el capote: recibió a su primero con unas cordobinas, participó en dos quites, uno por templadas chicuelinas y otro por crinolinas; en otro quite al tercero se lució por caleserinas y gaoneras; saludó al cuarto por verónicas y chicuelinas, y terminó por zapopinas. No se le puede pedir más. Bueno, algo más, sí: que muletee más ceñido, con más sentimiento, con más alma. En una palabra, que toree en lugar de dar pases. Y que no sea pesado. La cantidad no tiene nada que ver con la calidad. Y Valadez no encontraba el momento para acabar.

Algo bueno tiene Carretero que no acabó de explicar. Será hondura, seguro, pero la lección la dejó a medias. Recibió al primero con una larga cambiada de rodillas en el tercio y un manojo de verónicas aceleradas y apasionadas. Fue corta su disertación ante este novillo, y embarullada ante el quinto, -a pesar de un par de tandas de redondos estimables-, que le propinó un volteretón cuando ensayaba unas ajustadas bernardinas. La primera impresión fue preocupante por la taleguilla rota y la mancha de sangre en el muslo derecho, pero, por fortuna, todo quedó en un susto y en una ovación de desagravio. Se cubrió sus vergüenzas con una toalla y volvió al tajo.

Y Andy Younes no tuvo el cumpleaños soñado. Ni todos los días se cumplen veinte abriles ni se presenta uno en Madrid. Tuvo el lote más soso, pero él no dijo nada.

Eso sí, los tres iniciaron la faena de muleta a sus primeros novillos de forma primorosa.

Valadez se hincó de rodillas, dibujó dos redondos, se cambió de manos para un largo natural y, ya de pie, cerró con un pase de pecho, que levantaron los ánimos

Carretero, por estatuarios, muy firme la planta; intentó ante el quinto el cartucho de pescao de Pepe Luis Vázquez, pero el novillo le robó la muleta.

Y Younes se plantó en la boca de riego y saludó al tercero con tres pases cambiados por la espalda y otros dos del desprecio que hicieron creer lo que luego no fue.

Novillos de Montealto, bien presentados, de bonitas hechuras, bravos en el caballo, nobles y sosones.

Leo Valadez: tres pinchazos _aviso_ y dos descabellos (silencio); casi entera baja y perpendicular _aviso_ un descabello y el novillo se echa (silencio).

Diego Carretero: pinchazo, metisaca, estocada perpendicular y un descabello (silencio); pinchazo y estocada (ovación).

Andy Younes: casi entera perpendicular y dos descabellos (silencio); casi entera en los bajos (silencio).

Plaza de Las Ventas. Vigésimo festejo de feria. 30 de mayo. Tres cuartos de entrada (18.051 espectadores).

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