Ángel Luis Lorenzo.- Presenciando por televisión la séptima de las corridas generales de la Aste Nagusia 2017, me di cuenta al finalizar que, el acto había tenido cerca de 2 horas y 40 minutos de duración. La pregunta ya la tenía en mente y una tarde más me interpelaba: ¿Faenas excesivamente prolongadas?

No busco soluciones, ni si habrá interés en que las haya. Pero merece la pena, desde una honestidad taurina, exponerlo. Hay faenas con esencia, que fueron escritas incluso en un libro, como la de Curro Romero en Nimes. Faenas recientes como la de Enrique Ponce en el crisol Malagueño. Toreros en una temporalidad de madurez (como el extremeño Antonio Ferrera) que han sabido cada tarde poner punto y final a sus obras en el albero en el momento justo y dejar un cierto regusto en el aficionado, que abandona su abono.

Quizás en el ejercicio actual de la tauromaquia, algunos toros exijan mucho al torero y eso insta minutos. Lo cierto, es que cuando hay emoción, diversión, merece la pena alargar. De lo contrario, eso puede producir cansancio y el cansancio (como diría Antonio Lorca frente a la cascada de más de 40 días de toros en esta pasada Feria de San Isidro) es producido sólo por el aburrimiento.

Frente al hastío en la grada, la palabra es: EQUILIBRO (como el nombre de uno de los artículos de Carlos Crivell en Sevillatoro). Porque en todo lo que rodea a la función y en sus preliminares, es donde se juega el éxito de un espectáculo. Por contra, la grandeza sublime de esta fiesta (como una de las 50 razones, que exponía Francis Wolff) se tornará difícil.

Cuando el protagonista fundamental que es el toro, no ayuda y no repite, ¿Porqué alargar la calma de una corrida que no levanta el vuelo? Lejos de la polémica entre el hacer del torero y la norma (en el recuerdo la corrida del Domingo de Resurrección y que abrió la temporada en Sevilla con el segundo toro de Morante en el lote), aquí hablamos cuando ya no existe ninguna posibilidad de creación artítica.

Antes, recibir un aviso, sólo un aviso suponía una cierta vergüenza para el torero. Ahora muchas veces, es lo contrario. ¿Pulso de torero a la presidencia? Hay tardes en el albero, donde la labor no acaba de despegar nunca y eso exige prontitud.
Sólo hay una faena, una maestría y un temple que puede pervivir en el tiempo, la de Dámaso González (D.E.P.). Lecciones de maestría para nuevas generaciones, que siguen en la pelea. Testigo de ello, aficionado y público que seguimos necesitando creer que es posible un cambio, que la esperanza de una fiesta nueva es cierta. Sufrir y apasionarse forman parte de la vida y de la tauromaquia. Sufrir por fastidio, NO.

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