Gastón Ramírez Cuevas.- De los siete primeros rumiantes (los seis reseñados y un sexto bis) poco hay que anotar. Ahí estuvieron El Juli y Sergio Flores empeñados en torear a unos pupilos de Teófilo Gómez que en la pizarra pesaban más de media tonelada y algunos rebasaban con creces los cinco años de edad, pero que en realidad daban la impresión de haberse separado de su madre poco antes de salir al ruedo.

Vayamos, como siempre, por partes.

El primero del lote del Juli fue débil y soso. Ahí anduvo Julián, lanceando bien y pegando pases. El julipié hizo las delicias de los villamelones aunque no bastó.

Sergio Flores naufragó en el segundo, no por culpa de él, sino porque el respetable no paró de pitarle al remedo de toro desde que salió al ruedo hasta que desapareció por la puerta de arrastre. El tan esperado mano a mano se iba al garete sin remedio.
El segundo de Julián fue un bicho anovillado a la que el coleta madrileño intentó hacerle fiestas mientras su “enemigo” rodaba por la arena. En la parte seria de la lidia hubo un quite variopinto y dos cambiados por la espalda, lo demás fue un compendio de destoreo a prudentísima distancia. Como el julipié no funcionó, el cónclave le pitó con desgana al otrora niño prodigio.

El cuarto de la tarde fue una lagartija sin trapío alguno. ¿Qué hizo Sergio? Pues lo que pudo, pero al bajarle la mano el toro se caía que era un contento. La gente se vio en un aprieto, pues a esas alturas del festejo no sabía si dormirse o pedir más bebidas refrescantes.

Vino el quinto, cuyo lámina y comportamiento casi nos hicieron añorar los tiempos del anterior empresario, el inefable Herrerías. Juli abrevió, y como es más astuto que el hambre, regaló un toro al ver que el ganado que había elegido no servía para nada.

El sexto de Teófilo fue devuelto en medio de una bronca padre. Salió uno de Bernaldo de Quirós que claudicó desde antes de acudir al caballo. Sergio Flores decidió seguir el ejemplo del Juli, y después de porfiar en vano, regaló un octavo astado.

En el primer toro de regalo, un nobilísimo torito de Bernaldo de Quirós, El Juli quitó por aceleradas zapopinas y luego se regodeó pegando derechazos templados y ajustados. Los pases del desdén emocionaron mucho al cotarro. Si hubiera matado a ley se hubiera hecho acreedor a una merecida oreja, pero mató muy mal y le dieron dos trofeos. Se ve que la suerte suprema ya le importa un pito a los seguidores del diestro de Velilla de San Antonio.

El octavo fue el único toro digno de ese nombre. Sí, el de Santa María de Xalpa tuvo algo de trapío, dos pitones imponentes y ganas de embestir. A Sergio le cambió el semblante y salió a demostrar porqué es torero. Con el capote instrumentó un precioso quite por chicuelinas y tafalleras templadísimas, pasándose al toro por la faja.

Con la muleta hasta donde le duró el fuelle al toro, el carismático torero tlaxcalteca estuvo cumbre. Hubo pases por la espalda, largos derechazos, naturales ayudados de cartel, colosales pases de pecho y todo lo que usted guste y mande. En las postrimerías de la faena, Sergio sufrió una voltereta espeluznante al intentar un pase de trinchera en terrenos poco recomendables. Sin verse la ropa, Sergio se quedó mas quieto que un poste y logró tremendos derechazos en tablas. Las joselillinas finales fueron para pegarle un susto al miedo. Sergio montó la espada y se tiró a matar dando el pecho, a toma y daca, cobrando el estoconazo de la tarde. Le fueron concedidas dos orejas de indiscutible peso.

En resumen, hubo justicia divina y a pesar de que ambos toreros cortaron un par de orejas cada uno, el toreo verdad corrió a cargo de Sergio Flores. ¿Podemos pedir más? Pues sí, que las figuras de ultramar dejen de escoger esos bichos que sólo están llevando a la Fiesta a la bancarrota moral.

Domingo 4 de febrero del 2018. Décima tercera corrida de la temporada de la Plaza de Toros México. Toros: Seis de Teófilo Gómez, anovillados, feos, mansos y débiles. Algunos fueron pitados de salida y abroncados en el arrastre, otros fueron abucheados en el arrastre y protestados de salida, y el sexto fue devuelto por impresentable.

Un sexto bis de Bernaldo de Quirós, igual de mal presentado que los teofilitos, pero aun más disminuido. Bronca mientras se lo llevaban las mulillas. Un séptimo de Bernaldo de Quirós regalado por El Juli, carente de trapío pero noble y colaborador. Fue aplaudido en el arrastre.

Un octavo de Santa María de Xalpa regalado por Sergio Flores. Ese animal estaba bien armado y demostró algo de raza y fuerza. La gente le ovacionó en el arrastre.

Toreros: Julián López “El Juli”, a su primero le asestó un julipié vergonzoso y un golpe de corta: silencio. Al tercero le mató de tres pinchazos arteros y dos descabellos: pitos. Al quinto le despachó de un julipié lamentable: silencio. Regaló un séptimo al que pasaportó de un bajonazo a medio lomo: dos orejas de pueblo chico.

Sergio Flores: al segundo se lo quitó de enfrente mediante un pinchazo hondo y cuatro golpes de verduguillo: silencio. Al cuarto lo liquidó de pinchazo trasero y un descabello: silencio. Al sexto bis le pegó una estocada trasera y perpendicular y un descabello: silencio. Regaló un octavo al que le propinó un estoconazo: dos orejas.

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