Pablo Aguado por naturales. Foto: Álvaro Pastor Torres

Carlos Crivell.– Se le había llamado la corrida de los sevillanos. El tendido respondió a medias al reclamo. Ni siquiera la lidia de la corrida de Torrestrella, que hace un año soltó un lote de premio, fue suficiente. Lo de Torrestrella está proscrito por las figuras que no se anuncian con sus toros. El daño que infringen a la ganadería de Álvaro Domecq los etiquetados como figuras es incalculable.

La corrida de este año no fue la misma, pero que la más mala sea como esta que lidiaron los tres sevillanos. Salvo el menos armónico toro que abrió la tarde, grande y destartalado, la corrida fue pareja en sus diferente tipos. En general, una corrida baja y con hechuras; alguno precioso, como el cuarto, vareado de carnes, fino de cabos, engatillado de cuerna y estrecho de sienes. Los mejores cayeron en manos de Pablo Aguado, aunque nunca se sabe si es que los toros buenos lo parecen según quién se pone delante. Y de las telas de Aguado llegaron los momentos más intensos de la tarde.

Se había hecho presente en un quite por chicuelinas en el segundo. Saludó al tercero con buenos lances a la verónica. Lo sacó de las rayas y se la puso por la derecha para exhibir pulso y temple. Molestado por el viento siguió con muletazos de buen corte y remates de pecho con lentitud en el trazado. Dos tantas más con la izquierda, la muleta tomada por el centro del palillo, mando en las telas siempre a ras del albero. Y ya casi acabada la faena, Pablo se puso de frente para bordar tres naturales de la mejor estirpe de los Vázquez. El pecho puso a todos de acuerdo. Clamor en la plaza que recibió con dolor los dos pinchazos previos a la estocada.

Con el sexto, un toro de carita lavada y caja amplia, Pablo Aguado culminó su tarde. Se lo brindó a Curro Romero, que en compañía del ganadero estaba en una barrera del tendido 1. Los doblones de apertura fueron el prólogo maravilloso de su buena faena. Otra vez surgió el temple, capaz de hacer milagros a un toro, pero también el sentido que tiene este torero del sitio y de las distancias. Todo lo hizo con temple exquisito, todo tuvo su medida justa. De nuevo los de pecho fueron un tratado de ritmo perfecto, muy despacio, todo bien contado. No importó el pinchazo para que la oreja llegara a sus manos. Aguado tiene fondo torero. Que le abran paso.

Para Javier Jiménez fue una tarde desagradable. Dejó algún destello con el capote, como los delantales del quite al tercero. En un detalle elegante brindó el primero a Pablo Aguado, que aún guarda el luto por la muerte de su padre. El de Los Alburejos fue un toro sin clase, sosito y blando. Solo a mitad de faena pudo Javier estirarse con algunos derechazos apretados que despertaron un optimismo pasajero. El animal no le regaló nada y lo mató mal, lo que no tiene excusas.

El cuarto fue un toro mentiroso. De bellas hechuras, se arrancó bien al caballo en dos varas de aparente bravura, aunque en la segunda ya anunció que no era bravura sino bravuconería. En banderillas esperó y echó la cara arriba. José Chacón dejó dos pares enormes. Javier le ofreció primero la izquierda que el toro tomó de mala manera, sobre todo en los finales del viaje, donde el gañafón fue la norma. Menos agresivo por el derecho aunque tampoco fue un carretón.

Volvía a Sevilla Lama de Góngora, aquel niño del Arenal que entusiasmó a todos en sus días de novillero sin caballos. Viene de México de forjar su torería. Y se vistió con un terno de aires mexicanos. De su tarde se recuerdan las verónicas al segundo, ganando terreno y preñadas de gusto. El toro fue bravo en el caballo. En su faena de muleta hubo pasajes de torero pinturero, detalles exquisitos, un trincherazo que fue una obra de arte, aunque todo resultó carente de la unidad necesaria. El animal no duró mucho y con la izquierda los pases surgieron de uno en uno. Allí faltó algo, quizás mayor distancia en los cites. Tampoco la espada ayudó.

El cinqueño quinto, un toro que ya había estado hace un año en Sevilla, no fue el mejor para salvar su tarde. Con más genio que bravura en el caballo, llegó sin ganas a la muleta de Lama. Con cierto amontonamiento entre toro y torero, la faena no tomó altura. Al menos, esta vez lo mató bien.

Plaza de toros de Sevilla, 11 de abril de 2018. 3ª de abono. Menos de media plaza. Seis toros de Torrestrella, de diferentes hechuras y comportamiento. Bravo en el caballo el 2º, mentiroso, el bravucón 4º; nobles 3º y 6º. Saludó en banderillas José Chacón. Destacó el picador José María Expósito en el 2º.

Javier Jiménez, de azul pavo y oro. Pinchazo y estocada tendida y trasera (silencio tras aviso). En el cuarto, pinchazo y estocada caída (silencio tras aviso).

Lama de Góngora, de azul marino y oro. Dos pinchazos y estocada caída (saludos). En el quinto, estocada (silencio).

Pablo Aguado, de verde botella y oro. Dos pinchazos y estocada (saludos). En el sexto, pinchazo y estocada (una oreja).

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