Carlos Crivell.La Feria vivió uno de sus grandes días en la plaza. Si el lunes resultó extraño que no se colgara el no hay billetes, ya el martes se consiguió llenar por completo la plaza. Es evidente que Manzanares conserva su íntima relación con Sevilla. Los datos son los datos. Las dos tardes en la que ha toreado el alicantino se agotaron las localidades. No deben quedar muchas dudas acerca de que el protagonista, a priori, de la corrida era Manzanares. La corrida fue triunfal, en algunos momentos con tintes triunfalistas. La deriva actual de la Fiesta presenta aspectos que pueden ser peligrosos. En esta tauromaquia minimalista que nos invade, en la que parece que salvo la faena de muleta ninguna otra suerte tiene importancia, estos públicos de ocasión, a los que hay que agradecer su asistencia, logran tergiversar los resultados con actitudes a veces poco razonables. Es el tiempo que vivimos. Habrá que intentar digerirlo.

Esta corrida del martes tuvo tras actos. El principal llegó con la lidia del segundo y el tercero. Se lidió una corrida de Núñez del Cuvillo, toros de los que todavía es responsable Álvaro, que ya busca nuevos horizontes taurinos. El segundo salió al ruedo como evidente contraste con el que se había lidiado en primero lugar. De las hechuras bastas del que abrió plaza se pasó a un toro bajo, con un hermoso cuello y muy bien proporcionado. Desde que salió galopó con alegría por el albero. Los lances de Manzanares fueron elegantes, tomó dos puyazos sin nada especial. El primero fue trasero y el segundo virtual (que no se picó, vamos). Tanto se movía el toro que llegó a parecer gazapón. No llegó a tanto. Tras el saludo de Rafael Rosa en banderillas, ya con Manzanares muleta en mano, el toro se vino de largo con alegría, un galope admirable y una fijeza maravillosa.

El torero ahijado de Sevilla lo sacó fuera de las rayas para instrumentar dos tandas diestras muy típicas de la casa. Junto a su consabida elegancia, también había un llamativo desajuste. Se la pasó a la izquierda en una tanda en la que solo el de pecho resultó ceremonioso. Quedaba un momento sublime para transformar lo que era una labor normal para convertirla en algo sublime. Fue un cambio de manos cuando toreaba con la derecha. Sencillamente monumental. Lento, sentido, eterno, se la pasó a la izquierda para ligar uno de pecho. El llamado Encendido, fue luz celestial para inspirar a Manzanares, que ya en lo que restó de faena elevó su tauromaquia con dos tandas, una por cada pitón, en las que se acabaron los vicios de forma y todo fue temple, elegancia, empaque, majestad, en fin, el mejor toreo de este diestro que otra vez resplandeció en Sevilla, esta vez con la colaboración de este toro de Núñez del Cuvillo, un toro extraordinario. La firma fue imponente. En la suerte de recibir hundió el estoque. No quedaban dudas acerca de las dos orejas. A uno se le quedó el cuerpo cortado cuando el animal fue arrastrado sin el homenaje de la vuelta al ruedo. Se dice que no se pidió. Hay cosas que aunque no se pidan deben concederse. Encendido, un toro extraordinario que galopó durante veinte minutos en la Maestranza, pasa a la nómina de los mejores de la Feria.

En este acto de la parte buena de la corrida, la lidia del tercero fue otro episodio memorable. El llamado Asturiano tenía un punto menos de trapío que su hermano Encendido. Talavante lo saludó de capa. Y no fue bravo en varas. Rehuyó en la primera vara y se fue suelto en la segunda. Pero fue una mansedumbre encastada que tenía fondo de nobleza. Talavante lo fijó en la muleta, tanteó por la derecha en dos tandas ligadas por abajo, y cuajó al animal al natural de forma maravillosa. La muleta soltada al viento, el cuerpo erguido, el toro rozando la anatomía del diestro, la muñeca perfectamente engrasada, un toreo de fantasía al natural que acabó por demostrar a todos la clase y la casta de toro, al tiempo que la soberbia concepción de toreo con la izquierda del extremeño. Hubo algún momento de toreo menor con algún enganchón, le puso una guinda con manoletinas absurdas, porque cuando se hace una faena con ese toreo al natural no se debe acabar con pamplinas. En la suerte suprema se atracó de toro, sufrió un golpe en el costado y salió rebotado. La espada cayó atravesada. Talavante cogió aire y la plaza solo pidió una oreja.

Hay otro acto en la corrida ocupado por los toros primero y cuarto, los de Castella. El que abrió plaza era feo y basto. Sonó el estribo en varas, saludó en gran José Chacón con los palos y el francés completó una faena muy larga, tesonera, de escaso brillo, más voluntariosa que brillante. En el cuarto, un toro que prometía, Castella logró mejor tono en su trasteo. El animal se cayó al comienzo en un pase de pecho y desde entonces parecía molesto, no quería tirar adelante. De nuevo fue muy larga su labor, aunque logró pasajes más templados con la derecha. El arrimón final se explicó como demostración de ganas de triunfo, pero no venía a cuento.

El tercero acto es la lidia de los toros quinto y sexto. El segundo de Manzanares era un toro para que le cortara una oreja que le abriera la Puerta del Príncipe. Estrecho de sienes, bajo, tocado de cuerna, casi un dije de toro, pero el animal no tenía fuerzas. Ni Manzanares ni su cuadrilla intentaron demostrarle al palco que era un inválido. Parte del la plaza protestó con fuerza, pero eso no cambió el destino de Gavilán. Quisieron el toro. Pero Manzanares no buscó con denuedo esa oreja, sino que estuvo contemporizador, esperando en lugar de salir a por todas, en fin que cuando se podía esperar un torero arrebatado se mostró un torero conservador. Adiós Puerta del Príncipe. Por cierto, el toro casi no se cayó en la muleta y no parecía malo.

El sexto era para buscar las dos orejas. No fue bueno en varas, se dolió de forma escandalosa en banderillas, cogió a Valentín Luján y Manzanares le hizo un enorme quite de peligro – apunten los médicos – , pero el animal prometía la posibilidad de una faena brillante. No lo vio así Talavante. Muleteó con displicencia, como si estuviera convencido de que no merecía la pena hacer un esfuerzo. Me parece que el de Cuvillo tenía otra faena, pero no tengo autoridad para defender esa tesis. Lo que sí puedo decir es que otra vez fue el torero conformista de la mayoría de toros de esta Feria. El mitin con el verduguillo fue espantoso.

Plaza de toros de Sevilla, 17 de abril de 2018. 9ª de abono. No hay billetes. Seis toros de Núñez del Cuvillo, correctos de presencia con alguno de menos trapío, como el 3º, de juego variado Muy bueno, encastado y noble, el 2º; encastado, el mansito 3º; noble sin fuerzas, el 5º; descastados, 1º y 4º, aunque éste fue noble. Manejable, el 6º. Saludaron en banderillas José Chacón y Rafael Rosa.

Sebastián Castella, de nazareno y oro. Dos pinchazos y estocada trasera (silencio tras aviso). En el cuarto, dos pinchazos y estocada caída (saludos tras aviso).

José María Manzanares, de rioja y oro. Gran estocada (dos orejas). En el quinto, pinchaco hondo y descabello (saludos).

Alejandro Talavante, de pizarra y oro. Estocada atravesada saliendo rebotado (una oreja). En el sexto, dos pinchazos, estovada caída y siete descabellos (silencio tras aviso)

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