Carlos Crivell.- Se ha muerto en Sevilla José Rodríguez El Pío, uno de esos toreros que reunían en su persona toda la torería de la tierra donde nació y un estilo singular marcado por el señorío y la elegancia. Nació en Camas el 2 de mayo de 1936. Dos fechas de guerra. Su guerra fue intentar salir de la pobreza mientras vendía tabaco en los tranvías.

El Pío, en vista de que su pobreza era extrema,  quiso ser torero desde pequeño. Compañero en el colegio de Curro Romero, en la placita de toros de La Pañoleta se forjó su afición. Al lado de Chaves Flores, El Vito, Pepín Martín Vázquez o de Manolo Carmona fue aprendiendo a torear. Con la ayuda del rejoneador Pepe Anastasio dio los primeros pasos en la profesión. También conoció pronto la dureza del toro en forma de cornadas.

En el año1954 comenzó a torear sin caballos en plazas de los alrededores de Madrid. Debutó con caballos en Castellón el 8 de marzo de 1955 con la circunstancia de que sus compañeros de cartel Curro Puya y Curro Caro fueron cogidos y mató cuatro reses con las que logró un triunfo de clamor. Pronto llegó a Sevilla, plaza en la que lució su estilo con el capote hasta el punto de que escuchó la música cuando toreó a la verónica.

Sin embargo, la mala fortuna estaba al acecho. En su debut en Madrid sufrió una cornada muy grave. Volvió a Sevilla en 1956 y de nuevo llegaron los percances. Pudo tomar la alternativa. De hecho estuvo anunciada en la plaza de Olivenza, pero el festejo se suspendió. Después no quiso tomarla y se hizo banderillero. Y cumplió el sueño de Manuel Machado, el que dijera: “Y, antes que un tal poeta, mi deseo primero / hubiera sido ser un buen banderillero”. Después de un tiempo suelto toreó con El Caracol, Palmeño, El Pireo, Paquirri, Paco Camino, El Puno y Álvaro Domecq.  También toreó a las órdenes  de Manolo Vázquez o Curro Romero, pero no fueron ellos sus toreros fundamentales. Su estabilidad llegó con el rejoneador Álvaro Domecq, al que le fue fiel a pesar de recibir ofertas de matadores para que ingresara en su cuadrilla. Cuando llegaron a los ruedos sus sobrinos Luis y Antonio Domecq también toreó a sus órdenes.

Retirado de los toros dedicó su vida a acompañar a algunos toreros, en realidad no llegó a ser nunca apoderado, y a ver toros en el campo. Ha trabajado para Morante de la Puebla en estos menesteres.

Fue un torero alegre y pinturero, muy bueno con el capote, y dotado de ese duende de los toreros de la zona sevillana. En su etapa de novillero toreó en la Maestranza 17 novilladas picadas y 9 festivales.

Además de todo eso, El Pío era torero en el más amplio sentido de la palabra. Y ejercía como tal en su vida. Estaba dotado de gracia natural, aunque era siempre muy reservado. Sabía de toros por afición y por oficio. Sus sentencias eran verdaderos tratados de tauromaquia. A pesar de que no tuvo suerte por culpa de tantas cornadas, nunca salió de sus labios una queja. Forma parte de ese grupo de banderilleros sevillanos que junto a El Vito, Luis González, los hermanos Luque Gago, Manolo Carmona, Almensilla. Chaves Flores, Tito de San Bernardo y algunos más dieron categoría al escalafón de  los hombres de plata.

Nacido en Camas, asentado en Triana, de donde fue Trianero de Honor, todos los días hacía el solemne paseíllo hasta el centro de Sevilla con esa torería que solo tienen algunos elegidos. Descansa en paz, banderillero.

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