Antonio Lorca.- Debiera existir un comité taurino que analizara las decisiones presidenciales y sus consecuencias en el curso de la fiesta, en sus toros y sus hombres. Si así fuera, el presidente de la corrida de ayer, José Magán Alonso, sería, sin duda alguna, severamente amonestado por haber cometido un gravísimo error al negar la oreja del último toro a Fortes.

Era uno de esos trofeos de libro, de primero del curso de formación para presidentes de festejos taurinos. En el ruedo, un toro de 632 kilos de peso, muy seriamente armado, astifinos los pitones, como agujas ambos, y un torero de una pieza que venía dispuesto a no pasar desapercibido en tarde de tanto compromiso para su carrera.

Es Fortes un torero nuevo -ya lo anunció en esta misma plaza el pasado Domingo de Ramos-, con la cabeza amueblada, el corazón en su sitio, templanza en las muñecas e inspiración en sus formas toreras. Y lo demostró al sacar a ese toro del caballo, con el que bien se agarró el picador Francisco de Borja Ruiz; lo recibió Fortes con una verónica, lentísima, primero, preciosas cordobinas, después, y una media larga, extensa, lentísima, que dejó embobada a la concurrencia. No es que fueran dibujos henchidos de misterio, que sí, sino, además, sorprendentes y emocionantes por inesperados.

Muleta en mano, asentadas siempre las zapatillas, con el pensamiento sereno en la cara del toro, Fortes fue moldeando, poco a poco, una labor de menos a más, valentísima, desbordante de gallardía en tandas por ambas manos, incompletas por la nobleza sosa de su oponente, pero preñadas de torería en todo momento. Sufrió una voltereta sin consecuencias, y, en lugar de descomponerse, se vino arriba, juntó los pies, y trazó muletazos apasionados, con los alfileres del toro en el corbatín, como en trance y sin perder la compostura. Y la estocada la cobró porque se tiró sobre el morrillo del animal, como mandan los cánones cuando el triunfo está a la mano.

La plaza se cubrió de pañuelos, pero el presidente decidió que aquella emoción vivida no era merecedora de trofeo. Gravísimo error, que ojalá no afecte negativamente en el futuro de este valiente que destila temperamento y personalidad.

Hubo más: en un quite al segundo de la tarde, Fortes trazó un par de chicuelinas ajustadas que remató con una hermosa verónica y una media de cartel.

Ahí queda la tarde de un torero llamado a la gloria si no se le tuerce la suerte; ojalá así sea a pesar de la incompetencia del presidente madrileño. Fortes dio dos vueltas al ruedo y el palco recibió una sonora bronca, pero el error ha quedado ya para la historia.

Ahí acabó la corrida. Y no solo por la hora, sino porque la muy descastada, sosa, mansa, insípida y aburridísima corrida de Pedraza de Yeltes no posibilitó más momentos de gozo.

Manuel Escribano lo intentó sin éxito. Brindó sus dos toros inservibles a dos amigos, con los que quedó bien, pero no pudo triunfar. Muy desesperanzado ante su antipático primero, quiso elevar el nivel ante el cuarto, al que recibió de rodillas en los medios, pero el toro se durmió demasiado pronto. Puso banderillas a los dos, y ninguno de los seis pares fue lucido; arriesgado, sí, el que colocó al quiebro sentado en el estribo, pero no más. Un matador banderillero debe tener más acierto que su cuadrilla.

Bien Luque a la verónica en dos ocasiones, y un derroche de voluntad y entrega en su imposible lote de moles de carne. Afanoso en todo momento, pero hasta ahí pudo leer.

Dos horas y cuarto de corrida merecieron la pena por el derroche de torería final de Fortes, deslucido por el incomprensible error de quien debe velar por el orden público y no provocar un altercado.

Toros de Pedraza de Yeltes, bien presentados, muy mansos, descastados, sosos y sin clase.

Manuel Escribano: pinchazo, media tendida y un descabello (silencio); pinchazo y estocada (silencio).

Daniel Luque: pinchazo —aviso— media estocada y tres descabellos (silencio); estocada (silencio).

Fortes: bajonazo (silencio); estocada (mayoritaria petición y dos vueltas al ruedo).

Plaza de Las Ventas. Cuarto festejo de la Feria de San Isidro. 11 de mayo. Algo menos de tres cuartos de entrada (15.889 espectadores, según la empresa).

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