Carlos Crivell.- El reclamo era la vuelta de Morante nueve meses después del fiasco de El Puerto. El torero cigarrero puso el no hay billetes, se vistió de torero de verdad con un terno de reminiscencias del siglo XIX, además de estar inspirado en un capote de paseo de Manolo Vázquez, y comprobó que la vida sigue igual. Tropezó con dos toros basura de Juan Pedro que le impidieron cualquier atisbo de buen toreo. Y esta tarde tan señalada para Morante, el ciclón jerezano Juan José Padilla se despedía de sus paisanos y lo hizo a lo grande. Se adueñó de la tarde, cortó tres orejas y se fue a hombros por la Puerta Grande. Honor a un héroe en la tarde del adiós a su plaza. Como testigo, la imagen tristona de Manzanares, estrellado ante los de Juan Pedro, una verdadera calamidad, carentes de todo lo que debe adornara un toro bravo. Ni casta ni fuerza ni bravura; tampoco presentación. Será lo que busca Morante, toros anovillados. Que busque fiereza y casta.

Padilla recibió el homenaje de los alumnos de la Escuela de Jerez y se fue al centro para recoger una ovación que no compartió con nadie. Y fueron saliendo los de Juan Pedro, seis iguales para hoy, tan chicos, tan bonitos, tan poca cosa… Y menos cosa aun cuando la lidia los dejaba sin fuerzas ni capacidad para embestir. Padilla le cortó una oreja al primero por su insistencia en una faena que mejoró con la zurda cuando lo tomó en distancia y le echó los vuelos a la cara.

El cuarto fue el único medio bueno de la tarde. Medio bueno porque al final se rajó. Antes, embistió mucho y bien a la muleta de Juan José. Era el último en Jerez y se lo brindó a sus padres. Lo había recibido con largas en el tercio y comenzó de rodillas por derechazos. Fue una faena de arrebato, siempre adelante, de mucho querer y poder. Las dos orejas estaban en el guion de la emoción de la tarde de su adiós.

Y ya no hubo nada más. El primero de Morante le dejó dar dos verónicas y algún derechazo aislado. El toro se estancó en el albero y se quedó inmovilizado. El quinto, una verdadera birria de presencia, lavado por todas partes, fue una especia mansa y descastada. Tres verónicas buenas recibidas con alborozo y una faena de pinceladas bellas sueltas. Mucho tiempo anduvo por allí Morante ante un animal que se había dado un golpe tremendo en un burladero y que buscaba siempre las tablas. A zapatillazos le robó una tanda de derechazos que se recibió con suma alegría.

Manzanares, de azabache el terno y su tarde. Nada con el desfondado tercero. Faena de voluntad al rebrincado sexto, la mínima expresión de un toro de lidia, al que le sacó pases sueltos sin ligazón, Le dieron una oreja porque aquí en Jerez valen muy poco. O sería por la estocada.

En el fondo, tremenda decepción. Padilla se fue a hombros con todos los honores. La gente había ido a tocarle las palmas por bulerías a Morante. Todo sigue igual. Y la culpa fue de los toros, que habían sido elegidos por los diestros para esta corrida de lujo. Será que es mejor estar mal con una birria de Juan Pedro que con un toro encastado de otra divisa.

Plaza de toros de Jerez. 12 de mayo de 2018. 3ª de Feria. No hay billetes. Toros de Juan Pedro Domecq, mal presentados, descastados, sin fuerzas y sin clase. Mejor, el cuarto.
Juan José Padilla, de caldera y oro. Estocada tendida (una oreja). En el cuarto, media estocada (dos orejas). Salió a hombros por la Puerta Grande.
Morante de la Puebla, de negro y oro. Dos pinchazos y estocada (silencio). En el quinto, dos pinchazos sin soltar y estocada (saludos tras aviso).
José María Manzanares, de tórtola y azabache. Pinchazo hondo y descabello (silencio). En el sexto, estocada (una oreja).

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