Antonio Lorca.- Llovió intensamente antes del comienzo del festejo, el piso de la plaza estaba encharcado, lo que no impidió que la terna de rejoneadores hiciera el paseíllo ante unos abarrotados tendidos deseosos de aplaudir a caballos y caballeros.

Dejó de llover hasta la lidia del tercero, y el aguacero arreció cuando Lea Vicens finalizaba su primera actuación. La cabellera recogida de la amazona lloraba empapada de agua, mientras los caballos asentaban las pezuñas para no perder la verticalidad. No dejó de llover hasta el final del festejo, aunque con menos intensidad.

Es un detalle de responsable torería que los tres decidieran que continuara la lidia a pesar de los charcos y el barro que pusieron impracticable el ruedo de Las Ventas.

Agradecido el gesto, y en honor a la verdad, el festejo volvió a demostrar que el llamado arte del rejoneo está estancado, padece una preocupante parálisis y vive de las rentas de un público fervoroso que lo perdona todo por un apabullante desconocimiento y un deseo desmesurado de pasarlo bien con la doma de los caballos.

Ya es hora de que las figuras del rejoneo opten por otras ganaderías que ofrezcan algo más que un bonancible comportamiento. El toro del rejoneo actual —tres o cuatro ganaderías, no más— no es un competidor en igualdad de condiciones, sino un títere al servicio del caballero.

Ya es hora de que alguna figura opte por despuntar los toros, como marca el reglamento, y no por desmocharlos, como sucede hoy en una plaza de primera como la de Madrid. ¿Qué ocurrirá en las plazas de segunda y tercera? Y no es lo mismo clavar rejones de castigo y banderillas a la grupa, salgan como salgan, que torear a caballo y clavar al estribo y en todo lo alto.

Dicho lo cual, bien estuvo Hermoso de Mendoza ante el quinto de la tarde a lomos de un torerazo a cuatro patas llamado Disparate. El tercio de banderillas fue sencillamente espectacular, una lección magistral de caballo y caballero. También se lució con Berlín en el primero, con el que a punto estuvo de sufrir un percance por un exceso de confianza. Y ahí acabó la tarde del maestro Hermoso.

El tiempo es un juez implacable, los años no pasan en balde y las ilusiones no son eternas. Hermoso de Mendoza es un maestro y su historial es impresionante, pero ya no es el rejoneador completísimo de su mejor época. Su experiencia y conocimiento le mantienen en un lugar de honor, pero…

Más regular fue la actuación de Sergio Galán, que pudo haber salido por la puerta grande si los paraguas no hubieran escondido algunos pañuelos. Destacó, especialmente, con los pares de banderillas a dos manos, uno en su primero y dos al segundo. Un pinchazo antes del rejonazo final ante el quinto le cerró la puerta del triunfo.

Y meritoria la actuación de Lea Vicens, que actuó bajo el diluvio en sus dos toros. Meritoria y muy deficiente. Clava donde puede y como puede, con escasa puntería. Cómo será el público que paseó una oreja del sexto.

Cuatro toros despuntados para rejoneo de Carmen Lorenzo y dos -5º y 6º- de El Capea, justos de presentación, nobles y manejables.
Hermoso de Mendoza: pinchazo y rejón trasero y caído (silencio); rejón en lo alto (oreja).
Sergio Galán: rejón caído (oreja); pinchazo y rejón bajo (ovación tras petición).
Lea Vicens: pinchazo y rejón trasero (ovación); rejón muy trasero (oreja).
Plaza de Las Ventas. Vigésimo sexto festejo de la Feria de San Isidro. 2 de junio. Lleno (23.181 espectadores, según la empresa).

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