Rocío de la Oliva Martos.- El cartel estrella de la Feria del Corpus de Granada; Morante, Manzanares y Talavante, no consiguió llenar la plaza, media entrada larga. El ambiente festivo que tienen sus tendidos durante toda la lidia presagiaba lo peor cuando salieron los dos primeros toros de Cuvillo y el el segundo bis. No se caían, se revolcaban por el piso.

A Morante se le notaba animado desde el patio de cuadrillas con el vestido de su reaparición en Jerez. Saludaba y se hacía fotos con todos los que querían. Ese primer toro debió ser devuelto, pero es difícil tomar esa decisión desde el palco cuando se trata de eso, el primero. Aún así el de la Puebla nos deleitó con cinco verónicas y media. Y además lo llevó al caballo dándole cuatro chicuelinas, en las que el toro no aguantó y aterrizó. Morante recogió los aplausos desde el callejón indicando que la faena iba a ser en el siguiente.

En el cuarto, a pesar de la desordenada lidia que llevó a cabo la cuadrilla, donde «Lili dio al menos quince capotazos, José Antonio cortó dos orejas con petición de rabo. El arrebato barroco que siempre quisiéramos ver cuando está acartelado, le salió de los adentros y más de uno lloró. Se tomó su tiempo para cuadrar al toro, muy tranquilo, sin nervios, estocada en la cruz y vuelta al ruedo para el hedonismo morantista.

Manzanares siempre se muestra voluntarioso, el segundo de la tarde fue devuelto y del segundo bis poco podemos decir, descastado, manso, escarbandoy huyendo. Dio muerte con estocada marca de la casa y saludó desde la primera raya. En el quinto, jabonero de buenas hechuras, el alicantino se pudo gustar. Fue tratado con el mimo de siempre y buen hacer de su cuadrilla. El torero dejó naturales eternos y pases de pecho como la Gran Muralla China de largos. Dos peludas paseó con gran felicidad.

Y ahí estaba el que cerraba el cartel, y sin embargo con él empezó lo bueno de la tarde. Rotundo, es el adjetivo que más se puede asemejar a como estuvo Alejandro Talavante. A su primero lo recibió con un farol pegado a las tablas, cinco verónicas, una revolera y media verónica. «¡Gracias dios Toro!» Debió pensar el respetable. En ambos toros, Talavante rodeó cuajado, sentido, relajado. El arrebato mismo se le ve en ese mechón de pelo que se me despeina cuando la faena ha llegado a su punto más alto, recordando con ese peinado al de Manolete.

En el sexto, además, quiso ganar la batalla a los otros dos del cartel y con la muleta lo recibió rodillas en tierra, rematando la tanda con un cambio de manos, también rodillas en tierra, imposible. La mano izquierda la amoldó tanto a la embestida del toro que pareceque se la han tallado de plastilina. Adornos de todos los colores. Sin duda alguna le tocó el lote y también el día de inspiración. También recordando a Manolete, terminó con varios pases que honran la memoria del que murió en Linares. Estocada en la cruz en ambos toros, algo que siempre quisiéramos ver en este torero, y cuatro orejas que se llevó el extremeño. Por cierto, en la noche donde ha roto con su apoderado, Matilla.

Morante, aplausos y dos orejas.
Manzanares, ovación y dos orejas.
Talavante, dos orejas y dos orejas.

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