Carlos Crivell.– La Malagueta asistió al comienzo de su feria taurina con cierto escepticismo. Así hay que considerar que el bellísimo coso no se llenara ni en la mitad de su aforo. El cartel era distinto a lo trillado en otras ferias. Tres toreros con la ansiedad de buscar el triunfo para mejorar su balance de la temporada. Y una corrida de Lagunajanda bien presentada, más bien muy cornalona, pero de muy pobre juego. Ni calidad ni bravura. Algunos de ellos, solo cuernos, de nula casta y mínimas fuerzas. Esta corrida se ha incluido en el Desafío ganadero junto con la de Santiago Domecq del miércoles. Se supone que en estas dos festejos se cuidará la lidia con mimo. Y es como si en las demás de la feria no se vaya a exigir esa misma lidia. El Desafío es para todas las tardes y todos los toros.

La ansiedad de El Cid es demostrar a estas alturas que puede seguir en activo y anunciarse en mejores carteles. Su hoja de servicio merece un final más brillante. Y ahí anda el de Salteras, siempre con su acreditada profesionalidad y con su experto oficio. En Málaga sorteó primero uno noble con pocas fuerzas y otro sin clase ni casta. A los dos toreó muy bien a la verónica clásica, siempre adelante y rematando en el centro. Y a los dos les hizo la faena apropiada al tipo de embestida de cada uno. Fue más rematada la del primero, toro más noble, con el que brilló por la distancia y la suavidad de los derechazos. Faena de torero curtido en mil batallas. Como ocurrió con el cuanto, que no tenía más que pitones, con el que se fajó en una esfuerzo tremendo para justificar su presencia en una plaza donde debutó en 2001 y que fue una de las primeras que cantó su clasicismo y su calidad torera. El saludo tras matar al cuarto, con un puñado de albero en la mano, tenía cierto sabor a despedida.

Muy mala suerte la de Paco Ureña. Su ansiedad es conseguir instalarse en el grupo alto de los que están en todas las ferias. El segundo, un toro sin clase, de recorrido mínimo, que no se dejó dar ni un muletazo completo; el quinto, otro toro cornalón con más de cinco años, se rajó de manera descarada y se alojó en la tablas. Allí le plantó cara el lorquino en un esfuerzo sin posible recompensa.

El tercero de la tarde, más bajo y recortado, se dejó torear. Garrido estuvo toda la corrida muy brillante con el capote. Su arsenal capotero incluyó lances a la verónica, a pies juntos, chicuelinas clásicas y galleos, medias y revoleras. Toreó bien con la derecha a este tercero con el detalle de ligar los muletazos con muy técnica. A un toro simplemente normal, el extremeño le hizo una faena brillante. Desde los rodillazos en el centro del comienzo a las sufridas manoletinas del final, Garrido se entregó y triunfó.

El sexto fue fiel a sus hermanos. Protestón y rebrincado, se defendió en la muleta de Garrido. Cuando le bajó la mano, el toro besó el albero. No se desanimó el torero contra la adversidad, de nuevo la dejó colocada y trató de ligar los pases. El toro fue un desagradecido, como casi todos sus hermanos, pero estuvo firme el torero, valiente, muy cruzado, todo muy de verdad, lo que se dice estar muy por encima del animal.

Plaza de toros de La Malagueta, 12 de agosto de 2018. 1ª de Feria. Menos de media plaza. Seis toros de Lagunajanda, bien presentados y de mal juego en general. Noble y sin fuerzas el 1º; descastado y parado, el 2º; de buena condición aunque flojo, el 3º; sin clase ni casta, el 4º; manso y descastado, el 5º; descastado y sin fuerzas, el 6º.
Saludaron en banderillas Antonio Chacón y José María Amores. Minuto de silencio en memoria del facultativo Luis Mendez, del equipo médico de la plaza.
El Cid, de azul marino y oro. Pinchazo y estocada tendida (saludos). En el cuarto, pinchazo y media estocada (saludos).
Paco Ureña, de blanco y oro. Pinchazo hondo y cuatro descabellos (silencio). En el quinto, dos pinchazos y estocada trasera (silencio tras aviso).
José Garrido, de verde botella y oro. Estocada (una oreja tras aviso). En el sexto, media estocada atravesada (silencio).

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