Luis Carlos Peris.– Madrid da para mucho. Más de treinta tardes de festejos en Las Ventas me ponen en bandeja varias Ventanas y lo cierto es que muy pocas salen laudatorias. La última nace de forma natural, sin fórceps ni cesárea. Y viene de la mano de un encierro manso de carreta, con peligro del sordo y, sobre todo, del que ve hasta el más lerdo en la materia. Una corrida que acaba de un plumazo con la leyenda de Saltillo, que pone en candelero a un torero de verdad y que deja en evidencia a un usía que no pasa de distinguir quién es el toro y quién el torero. Se llama Gonzalo de Villa y perpetró un acto para los anales, peor aún que el de ese colega que echó para atrás un toro por manso. No sólo le negó la oreja al gaditano Octavio Chacón tras una lección de hombría y de torería auténtica, sino que ordenó la vuelta al ruedo a un toro que sólo quería coger. Madrid da para mucho.

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