Juan Pablo Sánchez. Foto: Tadeo Alcina

Gastón Ramírez Cuevas.– La tarde más fría de la temporada fue un compendio de despropósitos mayúsculos. Para empezar, los cuadrúpedos de Fernando de la Mora no tuvieron ni presencia, ni casta ni nada. Por el contrario, fueron una patética colección de remedos de toro bravo.

El primero, pese a sus teóricos 540 kilogramos, parecía un becerrote. Dicho cornúpeta embistió con enorme bobaliconería a la muleta de Juan Pablo Sánchez. En un trasteo sin emoción ni peligro, el coleta hidrocálido toreó de salón ayudando con mucho temple a que el toro no rodara por la arena. Como mató muy mal, la gente se desentendió del asunto con gran rapidez.

El segundo, primero del lote de Arturo Saldívar, fue una bolita de escaso tamaño. Como era de esperarse, el toro no negó la cruz de su parroquia y fue débil física y mentalmente. Tal y como había ocurrido en el que abrió plaza, esta burra con cuernos también fue toreada de salón por Saldívar en una faena que no tuvo el menor interés.

El tercero fue continuamente pitado durante el primer tercio debido a su falta de trapío. Luego, Marín estuvo en todo momento muy por encima del animalito. La faena de muleta tuvo momentos de temple y exposición, y fue rematada con unas joselillinas muy ceñidas. Ginés mató aceptablemente y logró la única salida al tercio de la aciaga función.

El prometedor y enjundioso torero jerezano debe haberse preguntado durante toda la tarde que diablos hacía ahí, vestido de luces en una plaza desierta, muriéndose de frío y enfrentándose a una mansada irredenta.

El segundo del lote de Juan Pablo Sánchez fue pitado de salida por anovillado y feo. La cara de vaca del cornúpeta era un poema. Juan Pablo volvió a exhibir su tan cacareado temple, pero se enfrentó a un problema insoluble. ¿Cuál? ¡Que no había toro! Durante el último tercio los aficionados bostezaban y los villamelones aplaudían con cierto entusiasmo. El torero de Aguascalientes volvió a estar fatal con los aceros y ni al tercio lo sacaron.

En quinto lugar, vaya usted a saber por qué, salió un toro de Xajay. Ese fue el único toro bravo de la función. Tan es así que puso en un predicamento a Saldívar desde que le instrumentó una media larga de rodillas pegado a tablas. Arturo podía haberle echado poder y oficio al asunto, pero o no quiso o no pudo. De ese modo, el toro se adueñó del escenario y le ganó la partida a Saldívar. El de Xajay tenía peligro, fuerza y una bravura seca. Nunca sabremos qué hubiera pasado si Arturo se hubiera decidido a pegarle unos buenos doblones y a aguantar el segundo muletazo, el que realmente cuenta y somete. La estocada fue de libro, pero sólo tres o cuatro personas sacaron el pañuelo.

Salió el sexto, otra raspa de De la Mora que no hubieran aprobado ni para una pachanga en Calkiní, Campeche, y ahí el conclave armó tremenda bronca. El juez Braun, cambió raudo y veloz al engendro y en su lugar salió uno de Montecristo.

El toro resultó reservón y débil, pero Ginés Marín no quería defraudar a las dos mil gentes que lo habían ido a ver y salió a arrimarse y darlo todo. Durante la faena de muleta comenzó a caer un chaparrón y eso provocó que, en las postrimerías del trasteo, Ginés resbalara en la cara del toro. Las volteretas fueron espantosas, pero Ginés salió milagrosamente ileso. La cornada se la llevó uno de los asistentes del torero español, quien vestido de paisano quiso auxiliar a su torero.

Después del drama y a la hora de matar, Ginés perdió los papeles de lo lindo. En el momento en que acertaba -¡por fin!- con la espada de cruceta, el biombo le mandaba el tercer recado. Fue un final de festejo bastante ignominioso. Creo que el triunfador de la feria de San Isidro del año pasado se lo pensará bastante antes de volver a la plaza más grande del mundo. ¡Lástima!

San Aficionado Mártir salió de la plaza empapado pero contento, pues le queda una semana completa para reponerse de la decepción e ir juntando fuerzas para presenciar la siguiente bueyada, la de los teofilitos que se lidiarán en el mano a mano del domingo cuatro de febrero.

Domingo 28 de enero del 2018. Duodécima corrida de la temporada de la Plaza de toros México. Toros: Cinco de Fernando de la Mora, primero, segundo, tercero, cuarto y sexto. El sexto era un adefesio y fue devuelto por impresentable. Los otros fueron débiles, anovillados, mansos y muy feos. El respetable pitó a todos en mayor o menor medida, tanto de salida como en el arrastre.

Uno de Xajay . Dicho toro apareció en quinto lugar por razones que a nadie le fueron explicadas. El animal tuvo presencia y resultó bravo con enormes complicaciones.

Uno de Montecristo, el sexto bis. Ese bicho fue silleto, horroroso de hechuras, reservón y débil. Teóricamente, el toro frisaba los seis años. Teóricamente también, se debió ir vivo a los corrales, pero al sonar el tercer aviso Ginés Marín acertó con el descabello.

Toreros: Juan Pablo Sánchez, al primero de la tarde lo mató de tres pinchazos, tres cuartos de estoque y cuatro golpes de corta: leves palmas tras aviso. Al cuarto le recetó tres cuartos de espada muy traseros y dos golpes de verduguillo. El toro acabó echándose sin ayuda. Palmitas tras aviso.

Arturo Saldívar, al segundo le pasaportó de un pinchazo y entera baja: palmas.
Al quinto le pegó un estoconazo. Silencio.

Ginés Marín, al tercero le atizó una entera en el rincón: salió al tercio. Al que cerró plaza le endilgó dos pinchazos, media estocada e infinidad de golpes de descabello: oyó los tres avisos.

Entrada: dos mil personas.

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