Los novilleros, antes del paseíllo. Foto:Pepe Morán

Álvaro Pastor Torres.– Un jueves de julio en horario semi nocturno -como ayer-, pero de 1957, hace ya la friolera de 61 años, se anunció una novillada sin picadores en la plaza de toros de Sevilla. Su fin, benéfico: la Cabalgata de Reyes Magos que organizaba -y aún lo sigue haciendo- el Ateneo hispalense. Se lidiaron utreros de «afamadas ganaderías» y el cartel en verdad no mentía: Pablo Romero, Villamarta, Juan Belmonte, Benítez Cubero… De los seis novilleros anunciados, tres eran de Sevilla, uno de La Puebla del Río, otro paisano del pícaro Guzmán, o sea, de San Juan de Aznalfarache y el más lejano de Sanlúcar de Barrameda, que aunque provincia de Cádiz gracias a los designios de Javier de Burgos, por entonces aún pertenecía al arzobispado de Sevilla. Los nombres de los actuantes, como los de otros tantos miles que lo intentaron, se perdieron en el olvido. En cambio, ojo al dato, de las tres primeras novilladas económicas (ahora rebautizadas como «de promoción») organizadas para la presente temporada, con 18 puestos en liza ¿saben cuántos novilleros son de Sevilla? Ninguno, nin-gu-no. El dato da mucho que pensar.

De la vecina Dos Hermanas, y apadrinado por la Escuela Taurina de Camas que dirige con pasión desorbitada Fernando El Almendro, llegó otro Fernando, Gandullo en este caso, ya talludito (24 noviembres serán los próximos que cumpla) que recibió airoso al primer eral, siempre ganando terreno con verónicas de largo trazo para rematar garbosamente en la boca de riego. Brindó al respetable y estuvo aseado, técnico y un punto frío. Mató pronto y dio la vuelta al ruedo tras leve petición.

Álvaro López, que llegó como los galeones de la flota de Indias, Guadalquivir arriba, anduvo discreto con la capa y pecó de excesivo encimismo con la franela ante un eralito que pedía distancia. En la última fase el trasteo llegó a tirar la espada de verdad -¡vivir para ver en alguien que quiere llegar a ser matador de toros!- para intentar unos naturales recortados con la mano diestra. Se entretuvo con los aceros y la presidencia le envió un recado.

Cuando Alejandro Cano iniciaba la vuelta al ruedo a los sones de «La Chiclanera» se habían consumido ya una hora y diez minutos ¡en un festejo sin caballos! El marbellí quedó casi inédito con el capote y tras un quite de El Primi por gaoneras le replicó de manera embarullada. Con la muleta no hubo acople ni en los terrenos ni en los embroques con una muleta descomunal. Lo mejor, la ejecución de la estocada, no tanto la colocación, pues el recortado eral tardó en doblar.

Porta gayola de El Primi con cierto suspense y otra larga de rodillas en el centro del ruedo por el otro pitón. Violento y apretado inicio de trasteo con una zapatilla volando por los aires. Faena breve, algo aceleradilla y con excesivo despego. Cuando estaban cogiendo ritmo las series cortó la faena sin saber bien por qué y se fue rápido a las tablas por la espada. Mató pronto y el paisanaje le pidió con fuerza la oreja.

El toledano Villita, tutelado desde el callejón por El Fundi, demostró con creces que era el más placeado del sexteto y el que atesora mayor regusto a pesar de dar con el novillo más flojo y menos colaborador de todo el encierro. Anda muy en torero por la plaza y el trincherazo con el que abrió la faena fue con diferencia lo mejor del festejo. Bajo las notas de Dávila Miura construyó una entonada faena que fue a menos por la decadente condición del animal. Cobró una estocada a ley y a sus manos fue una merecida oreja.

Cuando la noche iba pesando ya saltó el último eralito, muy terciado como casi todo el envío. El murciano Martínez pasó desapercibido. Brindó a Ruiz Manuel y tardó demasiado en cogerle la medida al Villamarta, solo al final dijo algo. Mató con rapidez y aprovechó la nocturnidad y el desalojo de la plaza para dar una vuelta que nadie había pedido.

Plaza de toros de Sevilla. Jueves 5 de julio de 2018. 21º festejo de la temporada. Novillada sin picadores. Primer festejo del XXXIII ciclo de promoción de nuevos valores de la torería. Un tercio de entrada en noche agradable con ligero poniente. Dos horas y veinte minutos de función.

Seis utreros de Villamarta excesivamente terciados, salvo el primero y de buen juego en general. 1º algo desordenado pero con mucho recorrido por ambos pitones; 2º noble; 3º mansito encastado y muy repetidor; 4º bravo, encelado y un puntito violento; 5º se fue quedando corto por flojo y 6º sosote.

Fernando Gandullo, de Dos Hermanas (Escuela Taurina de Camas), de azul azafata y plata: casi entera desprendida y perpendicular (vuelta al ruedo)
Álvaro López, de Sanlúcar de Barrameda, de blanco y oro: pinchazo hondo, estocada trasera y contraria y 5 descabellos (saludos tras aviso)
Alejandro Cano, de Marbella (Escuela Taurina de La Línea de la Concepción), de blanco y azabache: estocada (vuelta al ruedo)
Primitivo López «El Primi», de Cañada Rosal (Escuela Taurina de Sevilla), de verde lima y oro: más de media tendida y atravesada que fue escupiendo (oreja)
Juan José Villa «Villita», de Toledo (Escuela Taurina José Cubero «Yiyo» de Madrid), de marfil y oro: estocada (oreja tras aviso)
Jorge Martínez, de Totana (Escuela Taurina de Almería), de azul cielo y oro: media estocada (vuelta por su cuenta tras aviso)

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