Antonio Lorca.– Alberto Bailleres es un señor mexicano riquísimo, dueño de importantes empresas mineras (se le conoce como el Rey de la plata), financieras, comerciales, metalúrgicas, aseguradoras… un potentado que aparece en la revista Forbes; con eso está dicho todo. Por lo visto, una de sus aficiones son los toros, pero no se conforma con ser un espectador de primera fila de barrera; y, como se lo puede permitir, ha comprado una decena de plazas en su país y varias ganaderías bravas (la de Zalduendo entre ellas), y también es el apoderado de Morante de la Puebla.
Hace unos días, se celebró en Madrid un acto de alto copete en el que la empresa taurina del señor Bailleres —Espectáculos Taurinos de México (ETMSA)— presentó en sociedad la llamada Fusión Internacional por la Tauromaquia (FIT), que viene a ser algo así como la unión de la empresa del señor mexicano con las de Simón Casas y José Cutiño, —que dirigen 12 plazas de toros, dos de ellas en Francia—, con lo que don Alberto se posiciona en el negocio taurino europeo.
El señor Bailleres no asistió al acto, lo representó Antonio Barrera, que es la persona que acompaña a Morante en nombre de ETMSA, y estuvo flanqueado por los dos nuevos socios.
Los tres hablaron y no ofrecieron ningún dato, ni uno solo, sobre el objeto de la presentación. Confesaron su «amor y pasión por la tauromaquia», la cantaron con poéticas palabras y se perdieron en vaguedades tales como que la «fusión es un mensaje a favor de la fiesta, una oportunidad para defenderla» y que tienen «nuevas ilusiones, nuevas ideas y medios para llevarlas a cabo». Un auténtico brindis al sol.
No contaron, por ejemplo, en qué consiste la fusión, si se trata de una entrada de capital, si lo que se pretende es cambiar deudas europeas por control mexicano, cuáles son esas ilusiones, las ideas y los medios, si mandará o no el empresario mexicano en las plazas de los señores Casas y Cutiño… En fin, nada de nada.
Pero en el salón no cabía un alfiler. No se olvide que convocaba un rico, riquísimo, y, amigo, tonterías las precisas, que allí había que estar por lo que pueda ocurrir en el futuro. Pero no todo quedó ahí. Los medios de comunicación presentes preguntaron a los asistentessu opinión sobre el asunto y se produjo entonces una antología del absurdo, una secuencia para la historia, en la que taurinos de distinta procedencia compitieron en lugares comunes y necedades, y casi todos de acuerdo en que el desembarco del señor Bailleres será la salvación de la fiesta de los toros.
Es lo que suele ocurrir cuando a un rico riquísimo se le ocurre cualquier idea por descabellada que sea: que a todos se nos dobla el espinazo por si acaso.
Además, esa misma noche de la presentación madrileña, un reducido grupo de selectos y respetados periodistas taurinos se reunió en torno a la mesa del programa El kirikikí, de Canal + para cantar las bondades del proyecto mexicano. No aportaron ni un solo dato porque no lo tenían, pero hablaron maravillas del plan del señor Bailleres. Incomprensible…
¿Por qué ha decidido don Alberto instalar en Europa sus poderes taurinos? ¿Cuál es la verdad de su relación con Simón Casas y José Cutiño? ¿En qué consiste su proyecto? ¿Cuáles son objetivos? ¿Le importa la regeneración de la tauromaquia o solo busca en nuestro país la notoriedad pública que su mucho dinero solo le ha proporcionado en México?
Preguntas sin respuestas porque el señor Bailleres no solo no ha dicho esta boca es mía, sino que, ni siquiera, ha tenido la delicadeza de asistir al acto de Madrid. Claro, que cuando uno es rico riquísimo se puede permitir ciertas licencias.
Bienvenido sea Alberto Baillares a esta economía de libre mercado, pero sepan todos los que quieren quedar bien con él (por si acaso) que los monopolios no son buenos, y que la concentración de poder afecta a la libre competencia. Don Alberto querrá mandar, porque a ello está acostumbrado, y dinero le sobra para comprar plazas, toros, toreros y voluntades varias. Y eso no es nada bueno. Imaginen: si estás conmigo, lidiarás en mis plazas; de lo contrario, te llevas los toros al matadero. Si estás conmigo, toreas; si no, ya sabes…
Dicen que el caballero mexicano es serio y respetable. Mejor que así sea; pero aún mejor sería que diera la cara y contara sus ilusiones y sus ideas.
Mientras tanto, cualquiera tiene derecho a pensar que su proyecto europeo es un capricho de rico riquísimo que pretende conquistar Europa a golpe de talonario, porque la notoriedad pública en su país se le ha quedado pequeña. Y eso era lo único que le faltaba a nuestra maltrecha tauromaquia…