Perera indultó un buen toro de Cuvillo que pasó de forma simbólica por el tercio de varas. El toro Lanudo repitió con casta y bondad. El Juli hizo un gran faena al primero y Castella se lució con el primero de su lote.
Núñez del Cuvillo / El Juli, Sebastián Castella y Miguel Ángel Perera
Plaza de Algeciras, 4ª de Feria. Dos tercios de plaza. Seis toros de Núñez del Cuvillo, el sexto con el hierro de Núñez Benjumea, desiguales de presencia y de buen juego con matices. Nobles, primero y segundo. Se indultó el tercero, repetidor incansable, de nombre Lanudo, nº 74, de 496 kilos. Manso, el cuarto, complicado, el quinto y flojo el sexto. Saludó en banderillas Javier Ambel y Joselito Gutiérrez. Los tres espadas salieron a hombros.
El Juli, de obispo y oro, pinchazo y estocada contraria (una oreja). En el cuarto, estocada trasera (una oreja).
Sebastián Castella, de tabaco y oro, estocada trasera y caída (dos orejas). En el quinto, estocada tendida (saludos).
Miguel Ángel Perera, de verde y oro, dos orejas y rabo simbólicas. En el sexto, estocada que asoma, pinchazo, estocada y descabello (silencio).
Carlos Crivell.- Algeciras
Perera indultó un toro de Cuvillo que fue una máquina de embestir. Lástima que su paso por el tercio de varas no fuera modélico. Fue una suerte simulada. El picador marró, quizás de forma voluntaria, y Perera pidió raudo el cambio que, naturalmente, fue concedido por la presidencia. El animal estaba crudo, tenía casta y nobleza, de forma que el torero extremeño le hizo una faena muy larga. El toro, de nombre Lanudo, no se cansó de acudir a la muleta de Perera metiendo el morro por el suelo, fijo y con largura. Fue un toro sensacional. Sólo queda la duda de si un toro que no se ha picado debe ser merecedor del indulto.
El presidente no quería sacar el pañuelo naranja, pero cuando el público se desgañita pidiendo el perdón, no hay presidente que se resista, y menos el de Algeciras que es una calamidad sin ningún criterio. Fue un toro muy bueno, pero está claro que si no se pican se mueven más en la muleta. A este paso se acaba con la el tercio de varas.
Perera se explayó en una faena de muchos pases con la bandera del temple y la quietud por encima de otras virtudes. Comenzó por la espalda, siguió con tandas por ambos pitones y acabó con pases ligados en circular muy emotivos. El toro respondió siempre. Perera estuvo sobrado, sereno y templado.
El jabonero sexto estaba cogido con alfileres en cuestiones de fuerzas. Por supuesto, tampoco se picó de forma adecuada. Embistió rebrincado y ahora Perera estuvo más habilidoso que otra cosa. Toreó sin emoción para afuera, corrió entre los pases y su labor no alcanzó la debida altura.
La corrida de Cuvillo llegó en lugar de una de Zalduendo. Se impone la pregunta de siempre. ¿Cómo sería para no pasar el reconocimiento? Fueron mejores lo tres primeros; el cuarto, manso; el quinto, con problemas por ser algo brusco.
El Juli estuvo a un nivel muy alto con el primero. Fue de esas faenas del torero madrileño tan compactas y sobradas que parecen que no tienen tanto mérito. Y claro que tienen mucha importancia, porque el diestro pisó el sitio justo y ligó con poderío y dominio absoluto de la situación.
El cuarto le dejó menos opciones. El toro se rajó pronto aunque fue noble. El Juli toreó de nuevo son suficiencia con l virtud de sujetar al toro que estuvo mucho más tiempo del esperado en la muleta de Julián.
Castella toreó uno bueno y otro menos bueno. Fue más trascendente su labor en el quinto, que fue brusco al principio y sosito al final. Con ese toro más complicado su labor fue valiente y sorda, es decir que llegó menos al público, cuando expuso mucho, aguantó algunas tarascadas y logró que el animal quedara desengañado en su sosería postrera. Curiosamente, esta faena de mucho valor por el toro lidiado se quedó sin trofeos en nueva demostración de incompetencia del palco, capaz de alternar los regalos con la más absurda cicatería.
Al segundo le cortó dos orejas por una labor muy clásica en su tauromaquia. Buenos pases por la espalda, tandas largas y templadas con valor seco y quietud espartana, para acabar con circulares de mucho dominio y ligazón. Faena de buen trazo y bien entendida por la plaza.