Garcigrande mandó una pobre corrida de toros para la segunda de Almería, donde la falta de casta fue la nota dominante. Cortó una oreja Jiménez Fortes por una labor ambciosa.
Plaza de Almería. 2ª de Feria. Más de media plaza. Tres toros de Garcigrande, 3ª, 4º y 6º; tres de Domingo Hernández, 1º, 2º y el sobrero 5º, jugado por uno cojo devuelto. Justos de presentación, descastados y de escaso juego en general.
El Juli, azul marino y oro, dos pinchazos, estocada y descabello (saludos). En el cuarto, media estocada (saludos).
Miguel Ángel Perera, verde botella y oro, pinchazo y estocada (saludos). En el quinto, pinchazo, estocada corta trasera y descabello (saludos).
Jiménez Fortes, azul pavo y oro, estocada (una oreja). En el sexto, dos pinchazos y estocada (saludos).
Carlos Crivell.- Almería
En origen era el mismo cartel de la corrida triunfal del pasado año. Toros y toreros semejantes. Ya se sabe que Manzanares está fuera de los ruedos. El sustituto, Perera, es un buen torero. Sobre el papel, era la corrida estrella de la feria. Sin embargo, la respuesta popular no fue buena. El invierno será complicado y será el tiempo para buscarle soluciones a esta deserción de las plazas.
Segundas partes no siempre son buenas. El hierro de Garcigrande, tan apreciado por la torería, mandó una corrida carente de casta. Según muchos es la ganadería en mejor momento del campo bravo. Es posible que lo haya sido. Con reses tan descastadas como las que ha enviado a Almería, debe abandonar ese lugar de privilegio.
La única oreja de la tarde fue el joven Jiménez Fortes por ambición. Ha demostrado en otras tardes su valor, que sigue ahí sin un paso atrás; también ha dejado claro su buen sentido del temple. En Almería, en el primero de su lote sacó a relucir casta torera para buscar el triunfo a toda costa. Lo del sexto fue otra historia.
En el primero de su lote, toro noblón y soso, fue cogido en una chicuelina de tanto ceñirse. Es su sino de momento. Es el tributo que pagan los valientes. No pasó nada por fortuna. La faena de muleta fue la de un matador ambicioso, ya en el toreo fundamental, ya en el accesorio, del que muchas veces abusa de forma innecesaria. Siempre con quietud y temple, el malagueño toreó por ambos pitones. Como el toro fuera un dechado de sosería, triste hasta no poder más, animó el cotarro con circulares invertidos y muletazos de rodillas que tuvieron limpieza. La plaza se sintió reconfortada por la entrega del joven torero. Buena estocada y una oreja. En esta plaza se han cortado las dos con faenas de menor calado.
El sexto soltó muchos cabezazos. En esta ocasión no anduvo tan despejado de mente. La faena tuvo una primera parte de muletazos eléctricos, algunos enganchados, y casi todos muy despegados. Un desarme, entre excesivos circulares -alguien debe corregirle este dispendio -, toreo de cercanías y el toro rajado. Lo quiso arreglar con bernardinas temerarias. Lo desarregló con la espada.
Perera no pudo hacer casi nada ante la mansedumbre del segundo. Se lució en el que se puede llamar el quite combinado – lances diversos encadenados-, que el extremeño remata de forma primorosa. El toro no quiso pelea y buscó los terrenos cercanos a las tablas.
El quinto salió con una cojera evidente. La plaza andaba algo enfadada por lo ocurrido con el cuarto, también lesionado en el ruedo. Salió un sobrero que fue tan noble y soso como el resto de la corrida. Definitivamente, Garcigrande mandó un desecho a Almería. Perera se montó encima del toro. Comenzó con muletazos por la espalda y toreó por ambos pitones con quietud y ligazón, justo hasta que acortó el viaje el astado. Ahora llegó el toreo de cercanías dominador propio de este espada. Como ya viene siendo habitual en la actual temporada, Perera falló en la suerte suprema y volvió a irse de vacío. Lo que le pasa a este torero con la espada es un misterio, porque antes ha matado muy bien los toros.
El Juli estuvo bien en el primero y pasó de puntillas con el cuarto. El primero, simplemente noble sin ningún gramo de casta brava, se encontró con un torero muy poderoso. Fue la clásica labor de un torero que supedita la estética para conseguir el dominio. Así logró enseñarlo a embestir. Ese tipo lidia tiene el problema de que no llega con facilidad a la masa. El Juli estuvo cumbre desde el punto de vista técnico, pero también se mostró como un pinchaúvas con la espada.
Equivocó el planteamiento del cuarto. Al menos no debió comenzar la faena por alto con un toro con pocas fuerzas y que embestía rebrincado. En una de las acometidas se lesionó la pezuña de la mano derecha y se quedó sin toro. El animal tenía mucha nobleza y pocas fuerzas. Los muletazos de El Juli, perfectos, no tuvieron eco en el tendido.