Padilla y un gran toro de Capea llenaron de contenido la 4ª de Feria de Almería. Del resto, algunos mansos manejables, El Fandi en baja forma y un aislado Talavante en un cartel inadecuado.

Plaza de Almería, 4ª de Feria. Tres cuartos de plaza. Tres toros de San Mateo, 2º, 4º y 5º; dos de Carmen Lorenzo, 1º y 3º, y uno de San Pelayo, 6º, bien presentados y de juego variado. En general, muy nobles y manejables, excepto el tercero. El cuarto, de nombre Bailador, nº 28, de 562 kilos, encastado y noble, fue premiado con la vuelta al ruedo. Padilla salió a hombros.
Juan José Padilla, lila y oro, estocada caída (una oreja). En el cuarto, estocada tendida y dos descabellos (dos orejas).
El Fandi, turquesa y oro, estocada tendida y dos descabellos (saludos). En el quinto, dos pinchazos y estocada tendida y descabello (saludos tras aviso).
Alejandro Talavante, negro y plata, estocada tendida y dos descabellos (palmas). En el sexto, pinchazo hondo y dos descabellos (pitos).

Carlos Crivell.- Almería

Buen espectáculo el que se vivió en la centenaria plaza almeriense en la segunda parte de corrida. Capea mandó toros de tres hierros. En la primera parte no ocurrió nada especial. Algunos toros parecía que buscaban los caballos, ya se sabe que este encaste murubeño está especializado en festejos de rejones. Pero la salida del cuarto cambió por completo el panorama. El llamado Bailador salió dormido, hasta el punto de que la plaza protestó su comportamiento. Padilla no pudo lucirse con el capote. El picador Tulio Salguero le dio un puyazo enorme que el animal aguantó apretando con fijeza y agresividad. Podía ser el arreón del manso. La realidad es el toro cambió y comenzó a moverse con alegría, fijeza y nobleza. Un toro espectacular.

Padilla lo cuajó con banderillas y muleta. El segundo par fue enorme por la forma de cuadrar en la cara y clavar en lo alto. El de Jerez fue fiel su tauromaquia, pero además toreó muy bien. El toreo fundamental se basó en ambos pitones, pero los naturales fueron del mejor estilo, los hubiera firmado el espada más clásico de todos los tiempos. Ya al final, cuando el animal estaba más atemperado volvió a torear con temple por la zurda a petición de la plaza. No faltaron los alardes; Padilla se mostró en su estilo habitual y mejorado cuando toreó al natural. Una fiesta total. Se pidió el indulto y esta vez acertó el presidente. A un toro de indulto hay que pedirle algo más todavía. El animal de San Mateo fue sencillamente espectacular por su movilidad templada. Se podría argumentar qué hubiera pasado si el toro cae en manos de otro matador. Son elucubraciones. Padilla lo mató mal. Le dieron, a pesar de ello, dos orejas, algo que el palco no podía evitar en el ambiente triunfalista del momento. Y acertó al sacar el pañuelo azul.

En el que abrió plaza, toro manso y huidizo, el de Jerez estuvo bullidor. Fue un torero más pueblerino. El afecto del que goza en esta etapa de su vida le permitió lograr una oreja de poco valor.

El Fandi tropezó primero con uno descastado y algo mirón. Le instrumentó tres largas cambiadas y le puso los habituales pares de banderillas. Ni el toro valió mucho ni el de Granada estuvo acertado. Con pases desajustados y demasiada movilidad en las zapatillas, cubrió el expediente con más pena que gloria.

A la salida del quinto la plaza estaba instalada en la euforia más absoluta. El toro fue manso en el caballo y llegó muy manejable a la muleta. El Fandi le dio infinidad de pases, casi todos desplazando al animal, pero dentro de un clima de entusiasmo que no podía valorar si el torero se quedaba quieto o, como ocurrió, bailó al son de la música. Cuando se echó a tierra en los rodillazos la locura fue máxima. Y cuando se agarró al costillar en giros sin fin, algunos llegaron al éxtasis. Todo se acabó con una pésima realización de la suerte suprema.

Talavante era un postizo en el cartel. De hecho, en la merienda se le veía bostezar en el callejón. Se preguntaría qué pintaba allí un torero de su estilo. El tercero fue muy incómodo y el extremeño no dio el paso adelante. Se quedó al hilo, no se cruzó y fue un encuentro entre dos que no se querían. El sexto fue un toro incierto y poco juego. Talavente no intentó mejorar su condición. Lo desplazó mucho, el toro dudó y más lo hizo el espada, de forma que macheteó y puso fin a una corrida que tuvo dos nombres: Padilla y Bailador.