La vida de Ángel Peralta ha estado dedicada por completo al toro y al caballo, desde que viera la primera luz, el 18 de marzo de 1925. Así lo avalan sus más de cincuenta años en activo, su labor de promoción e innovación en el mundo del rejoneo y su dedicación en la actualidad a la cría de ganado bravo. Sus primeras experiencias al lado de estos dos bellos animales las vive en su propia casa, ya que su familia, propietaria de la hermosa finca donde ahora pastan sus toros, en los aledaños de Marismas onubenses, mantenía una ganadería de lidia. Pero Ángel Peralta no se conforma con eso y muy pronto, debido a sus grandes aptitudes para la equitación, decide dedicarse de manera profesional al rejoneo. Con 19 años, el 19 de febrero de 1945, decide probar en una plaza de toros todo aquello que ya había practicado en el campo.

Para ello actuó en la plaza sevillana de La Pañoleta y, quedando satisfecho de lo realizado, da el salto a los ruedos para participar en festejos formales. Tres años después se presenta en Madrid, el día 19 de abril, rejoneando una res de Molero al final de una corrida de toros en la que participaron Morenito de Talavera Chico, Rafael Yagüe y Antonio Chaves Flores.

La espectacularidad a lo hora de realizar las suertes, la gran doma de sus caballos y la gran variedad que imprime a su labor, le hacen alcanzar gran fama ya en sus primeros años, conquistando también los ruedos mexicanos durante la década de los 50. Su enorme inquietud por difundir la grandeza del arte del rejoneo le llevan a participar en numerosas conferencias, como la celebrada en marzo de 1960 en el Instituto de Cultura Hispánica, y a realizar exhibiciones muy lejos de España. Un ejemplo de ello son las realizadas en Berlín, en febrero de 1961, o la que tuvo lugar en el Empire-Pool de Londres, en octubre de 1962.

La de 1965 es una temporada aciaga, puesto que sufre una lesión de tobillo al ser derribado por un astado de Juan Pedro Domecq en Almería y pierde a su jaca Cabriola, que muere corneada el 5 de septiembre en Alicante.

Envuelta en la polémica estuvo la campaña del 66, cuando protagonizó un desagradable altercado con Álvaro Domecq en la plaza de Barcelona, tuvo continuidad en las sucesivas declaraciones de ambos protagonistas y que, sin embargo, terminó por olvidarse y les llevó a actuar juntos en numerosas ocasiones.

Tanto es así que, cuando comienzan a componerse carteles completos de rejoneadores, sobre 1970 en las corridas llamadas del Arte del rejoneo, forman parte de los llamados ‘Jinetes del Apoteosis’, junto a su hermano, Rafael Peralta, y al portugués Samuel Pereira Lupi. Juntos se anuncian en las principales ferias españolas, lo que le lleva a sumar un total de 94 actuaciones ese año.

Pero fue la temporada siguiente la que le llevó a instituir un récord difícilmente alcanzable, al lograr participar en 125 festejos. Fue una década de gran actividad y de grandes triunfos y no será hasta finales de la misma cuando decida ir reduciendo, selectivamente, sus compromisos. Una de las tardes más importantes de este periplo fue la llevada a cabo en la Feria de Abril de Sevilla de 1979, que le hizo merecedor de un elevado número de trofeos. Similar fue el tono que mantuvo durante los 80 cuando, a pesar de tener más de 60 años, demuestra conservar unas facultades envidiables para mostrar continuamente su maestría. Lo ocurrido el 19 de mayo de 1990, cuando fue derribado en Zubia (Granada) cayéndole encima la cabalgadura y sufriendo serias lesiones, a punto estuvo de hacerle abandonar la pro