Gastón Ramírez Cuevas.- Séptima novillada de la temporada de la Plaza de toros Antonio Velázquez del restaurante Arroyo.
Novillos: Cuatro de Piedras Negras, desigualmente presentados y enrazados en conjunto. El segundo y el cuarto fueron aplaudidos en el arrastre.
Novilleros: Miguel Alejandro, mató de estocada trasera y tendida. Saludó en el tercio.
Juan Pablo Miramontes, despachó a su novillo de un pinchazo en el costillar y un chalecazo artero: silencio generoso.
Luis Conrado, estoconazo y oreja.
José Mari Macías, mató fatal, contraria bajísima y bajonazo infame: silencio.
Sábado 5 de septiembre del 2009.
Ver una novillada de la legendaria ganadería de Piedras Negras es todo un acontecimiento. ¿Por qué? Porque este hierro tlaxcalteca representa ciento treinta y nueve años de bravura y emoción. ¿Será por eso que desde hace años las "figuras" esquivan a Piedras Negras?
Como usted sabe, los pocos aficionados que quedan en la capital del país no fallan a la cita sabatina en Arroyo. Dando muestra de sensibilidad y nostalgia, antes de que se abriera la puerta de toriles, el cónclave ovacionó con fuerza el cartel que anunciaba a la ganadería de Piedras Negras acompañado por el rojo y el negro de la divisa. Y esa misma afición le aplaudió al ganadero Marco Antonio González en muchas ocasiones a lo largo del festejo.
De los cuatro novilleros, sólo uno salió decidido a rifársela, a triunfar a toda costa. Me refiero a Luis Conrado. El tercer novillo, al igual que sus hermanos, era complicado y listo. Luis lo recibió a porta gayola y en la segunda media larga cambiada, el toro lo arrolló espectacularmente. Sin arredrarse, Conrado le pegó otro lance de hinojos y luego veroniqueó con suavidad. Vendría después un quite por saltilleras que fue un verdadero portento de aguante y clase.
En varas, a este bicho le dieron a llenar, como a todo el encierro. Me parece que eso le complicó más las cosas al espada, pues el toro pedía que le pisaran unos terrenos muy comprometidos antes de arrancarse. El carismático novillero capitalino se hincó para iniciar la faena de muleta, y al tratar de pegar el primer derechazo, el toro le cogió y le vapuleó de forma impresionante. Pero Luis tiene valor para dar y prestar. Con la muleta en la zurda logró enormes naturales, algunos ayudados y otros más clásicos.
A estas alturas de la lidia, el novillo hablaba latín y varias lenguas más, así que, cuando con la muleta siempre en la zurda, Conrado se atravesó un poquito, el toro le propinó una voltereta espantosa. Enteramente groggy el torero capitalino quiso cambiarlo por la espalda y volvió a volar, salvándose por cuarta vez de un tabaco muy gordo. Ante un público maravillado, pero al que ya le temblaban las manos, Luis Conrado remató su trasteo con inverosímiles estatuarios viendo al tendido. A continuación se perfiló en la cuna y cobró una estocada monumental para cortar el único apéndice de la tarde.
El excelente escritor colombiano, Antonio Caballero, dice que la faena del maestro Rincón a Bastonito fue una batalla a cañonazos. Toda comparación guardada, la faena de Luis al de Piedras Negras fue algo igual de impresionante. En este país no quedan muchos novilleros dignos de ese nombre, pero le pese a quien le pese, Conrado es un ejemplo de valentía, afición y pundonor, y tiene madera de ídolo.
De sus alternantes hay muy poco que decir. Miguel Alejandro salió del paso y punto. Le echó valor al asunto pero o no sabe torear, o el de Piedras Negras le impuso más de la cuenta. Peor estuvo Pablo Miramontes, quien ni siquiera tiene cuerpo de torero. Es triste ver a un mozalbete gordito desperdiciar a un excelente novillo.
A José Mari Macías, le correspondió el animal más hecho del festejo, un auténtico novillo-toro. Como decía don Pepe Alameda, el toreo no es graciosa huída. Ojalá alguien se lo explique a este muchacho, que sólo pudo dar una cátedra de dudas y mal torear.