Gastón Ramírez Cuevas.- México. Segunda novillada en la plaza Antonio Velázquez de Arroyo en México.
El segundo y el cuarto sobresalieron por su trapío. Al segundo le fue concedido el arrastre lento por bravo. Y los despojos del tercero, muy suave y noble, fueron aplaudidos. El que abrió plaza se dejó meter mano y el cuarto fue un poco complicado. Novillos: Cuatro de Autrique, desiguales de presentación y juego.
Novilleros: Salvador López, buena estocada entera para cortarle una oreja al primero.
Cristian Hernández, mató de dos pinchazos y entera baja y tendida. Dio merecida vuelta al ruedo tras escuchar un aviso.
Jesús Garza, se deshizo de su novillo de mala manera con dos pinchazos y un bajonazo artero. Le mandaron un aviso; leves pitos.
Miguel Alejandro, despachó al que cerró plaza de media caída y perpendicular, y entera contraria y tendida. Le tocaron también un aviso.
Sábado primero de agosto del 2009
Segunda novillada de la temporada de la Plaza de toros Antonio Velázquez del restaurante Arroyo
Todos los toreros necesitan de la suerte, cosa que quedó ampliamente demostrada en este festejo. Los novillos de Autrique fueron sorteados con mucha fortuna para sus matadores, pues si, por ejemplo, el segundo que fue bravo y sembró el pánico no le hubiera tocado a Cristian Hernández, seguramente estaríamos lamentando un percance serio.
Pero, vamos por partes.
Salvador López tuvo que vérselas con un bicho cómodo que tenía un excelente pitón derecho. No obstante, sólo logró una media docena de muletazos encomiables. Abundaron los gritos del novillero capitalino, pero no el toreo largo y reposado. Mató a ley y cortó una oreja asaz benévola.
Luego salió por toriles un berrendo en negro que imponía por el trapío y por la cornamenta. Cristian estuvo perdido con el capote y el cornúpeta se fue adueñando del redondel. El burel embistió con codicia al caballo en un par de ocasiones y se durmió en el peto, metiendo bien los riñones.
Gustavo Campos puso un extraordinario primer par de banderillas, pero el toro no se paró con los palos y alcanzó al subalterno, destrozándole la ropa y propinándole una paliza de antología. Parecía que le había calado tanto en el pecho como en la entrepierna. La diosa fortuna y la Divina Providencia, que frecuentemente son muy taurinas, obraron un milagro y Gustavo salió de la enfermería durante la lidia del tercero para recibir una gran ovación en el tercio.
Otro milagro fue que Hernández se transformó con la muleta y consiguió un trasteo de verdadero poder y oficio, para dominar al berrendo y conseguir momentos espectaculares por la derecha. Es extraordinario ver emplearse a un toro bravo que va desengañándose merced a una muleta poderosa.
El de Autrique merecía una estocada como mandan los cánones, pero eso era ya mucho pedir. Todavía el novillo nos regaló una auténtica muerte de bravo, resistiéndose a doblar durante varios minutos, pese a estar mortalmente herido tras la tercera ración de acero. Emocionante la reacción del publico que aplaudió con fervor al novillero queretano mientras daba una triunfal vuelta al ruedo.
Más suerte tuvo el pobre Garza con el tercero, un bicho muy suave y nobilísimo que sólo pedía que lo toreara un novillero de verdad. Mas aquí el que no tuvo suerte fue el morito, pues Jesús Garza es un mamarracho de tomo y lomo, que tiene mas miedo que siete viejas. Ni modo, las cosas como son. Tampoco está de más asentar que ante otro público menos generoso que el de esta plaza, la bronca hubiera sido épica.
En el último capítulo de la novillada, Miguel Alejandro porfió con un toro que no fue de dulce, pero al que, entendiéndolo, le podía hacer fiestas. Desgraciadamente, codilleó mucho, no le cogió la distancia y cortaba todos los pases.La buena suerte, trabajando horas extras en Arroyo, arropó al muchacho leonés cuando, al intentar una manoletina por el pitón derecho, se llevó un maromón de pronóstico reservado. Como en el caso de Gustavo Campos, la cosa no pasó del susto y las magulladuras.
El público salió –como de costumbre- contento de la Antonio Velázquez, comentando la guapeza de Cristian y Gustavo y lamentando la desfachatez de Garza. Así es la Fiesta, grande cuando hay entrega y un toro bravo, y de pena ajena cuando un novillero hace el ridículo.