Agua_torodevueltoLuis Carlos Peris.- Atropellar la razón es práctica frecuente en la vida y el domingo se atropelló la razón con insistencia en la Maestranza. Si todo espectáculo que supere las dos horas debería estar prohibido, mantenerlo bajo un diluvio no tiene razón de ser. La novillada del domingo fue un ejemplo de cómo se atropella la razón y de qué manera se conculcan los derechos de unos espectadores que iban desalojando la plaza según avanzaba dicho despropósito. Aguantar desde las siete de la tarde en que estaba anunciado el comienzo hasta bien pasadas las diez y media de la noche es un tormento, pero bajo la lluvia raya en la heroicidad. Siempre en estos casos se ha apelado a la seguridad de los toreros y si ellos dicen que adelante, pues festejo que se da, pero alguna vez podría pensarse también en los espectadores. Y si eso se trufa con el espectáculo del toro que se resistía a morir…

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