Borja Jiménez ha escrito una página gloriosa en la plaza de Bilbao al indultar al toro Tapaboca, de la ganadería de La Quinta, número 26, al que hizo una sensacional faena. Aquí la descripción que hace José Ignacio Galcerá en Aplausos:

Tarde histórica en Bilbao. Es lo que pasa cuando se junta el mejor toreo con la mejor bravura. Borja Jiménez y La Quinta ya forman parte desde hoy de la leyenda de Vista Alegre. Tapabocas, el primer toro indultado en la historia del coso, y el rubio torero sevillano, autor de una extraordinaria obra, figurarán a buen seguro en un sitio de honor de esta plaza. Todo sucedió en el sexto y después de remontar, ese fue otro de los grandes méritos del éxito, una tarde plomiza hasta ese momento.

Borja lo tuvo claro clarísimo y puso en marcha esa receta del pronto y en la mano que tanto recitaba el maestro Chenel. Atalonado, firmes las plantas, la muleta por delante y allá que fue el toro de La Quinta, que transmitió desde la primera arrancada. El estilo en el galope fue una nota común de toda la lidia. Llegó a la muleta con el castigo del caballo medido. Las dos primeras series, ligadas en un palmo de terreno, encendieron el ambiente, con el toro embistiendo con alegría y humillando. Precisamente una de las claves de la faena fue la ausencia de tiempos muertos para que la intensidad creciera a cada segundo. La tercera tanda, con la figura erguida y encajada, fue reveladora de la entrega de toro y torero. La faena, siempre a más, alcanzó su punto álgido al natural. Ahí el toreo de Borja subió de quilates, de muchos quilates, como también la embestida del toro, más profunda, más enclasada, con un ritmo especial, en realidad con ese ritmo tan especial con el que se cimentó la leyenda de los buendías. En el ambiente se palpaba ya el runrún de que algo grande iba a pasar. Ese algo eran las primeras peticiones de indulto para el bravo toro. El sevillano entonces se dobló con categoría como remate de una faena a la que todavía le quedaba algún capítulo más. Y es que con los primeros pañuelos asomando tras el toreo genuflexo, Borja se echó de nuevo la muleta a la izquierda para confirmar la bravura del santacolomeño y rubricar la grandeza de su faena cuajando la serie más redonda y rotunda de la tarde por templada, desmayada y ajustada. El toro, cosa de los bravos, embistió incluso mejor de lo que ya lo había hecho, cuestión que se antojaba difícil pero para este Tapaboca no lo fue. Para ese momento Borja, que miraba y remiraba al palco, ya estaba absolutamente roto y vacío, entregado al toro, que entre las muchas virtudes cabe apuntar su extraordinario fondo, aguantando la exigencia de casi dos faenas en una. Quedaba una postrera tanda para ya con el público puesto en pie como un resorte desatar una unánime petición. Asomó por fin el pañuelo naranja y se desató el éxtasis. La vuelta al ruedo, acompañado de Álvaro y Pepe Martínez Conradi, fue emotiva tanto como clamorosa fue la salida a hombros rodeada de decenas de jóvenes.