Foto: Ángel Sainos

Gastón Ramírez Cuevas.– Creo, sin temor a equivocarme, que jamás había asistido a una corrida de toros tan desastrosa. De no haber sido por el pundonor de Borja Jiménez, quien se topó con el único toro relativamente potable y lo aprovechó al máximo, esta crónica sería la más corta de la historia.

Los toros de José Garfias, malos sin paliativos, anovillados, aparentemente muy afeitados, chicos y mansos, son un claro ejemplo de todos los males que están matando a la Fiesta en México. Pero como todo lo que hace la empresa va encaminado a quedar bien con sus amigos que dicen ser ganaderos, me temo que la primera corrida de la tan cacareada feria para celebrar el septuagésimo noveno aniversario de la plaza no ha sido sino un aviso de los que nos espera en los siguientes festejos.

Juan Pablo Sánchez le hizo una faena anodina pero voluntariosa al primer remedo de toro, un cuadrúpedo muy chico y débil. Peor le iría al torero hidrocálido con el cuarto, un burel que se dedicó a rodar por doquier desde que salió por toriles. Ahí Juan Pablo aburrió al respetable haciendo gala de una porfía digna de mejor causa.

Borja Jiménez se las hubo en primer lugar con un animalito taimado y deslucido que fue fuertemente protestado por la gente durante los dos primeros tercios debido a su falta de trapío. Borja le echó afición al asunto y se justificó de verdad, pero el grueso del público se desentendió pronto de lo que acontecía en el ruedo.

Salió el quinto, un burel que tenía pitones y era mucho más grande que sus hermanos, aunque según la pizarra no era ni el más pesado ni el más maduro de todos. El torero de Espartinas lo recibió con excelentes verónicas. El tercer lance fue de cartel y la media de remate, colosal. Después vino un quite por chicuelinas modernas que no tuvo desperdicio debido a la combinación de arte y ajuste. Borja brindó al público y le pegó al de Garfias dos cambiados por la espalda impresionantes por los terrenos tan comprometidos en los que instrumentó los pases.

A continuación, Borja logró dos espléndidas tandas de naturales, cargando la suerte como los buenos. Desgraciadamente, el toro, al sentirse podido, comenzó a rajarse, por lo que el resto de la faena tuvo lugar en tablas muy cerca de chiqueros. Ahí el coleta andaluz se arrimó como el proverbial león y logró algunos buenos derechazos y hasta un ramillete de dosantinas.

Llegó la hora de la verdad y el respetable cruzó los dedos. Borja se perfiló como acostumbra y se tiró con fe, cobrando una media lagartijera. El toro dobló de inmediato y la oreja fue el justo premio a lo único digno y valioso que vimos en toda la función.

Al dar la vuelta al ruedo, la banda de música (no la cacofónica charanga Siempre Así) le tocó dianas al ahijado de alternativa de Juan Antonio Ruiz Espartaco mientras el cónclave agradecido le gritaba: ¡torero, torero!

Luis David Adame sorteó dos rumiantes que dieron, como decía Federico García Lorca, “saltos jabonados de delfín” y a punto estuvieron de sembrar el pánico en las primeras filas de barrera y en el callejón. Esos momentos fueron los más emocionantes de la lidia del tercero y el sexto.
Luis David hizo lo que pudo en ambos, tanto con el capote como con la muleta, pero entre las protestas y el nulo juego de sus “enemigos”, todo quedó en una cátedra de tedio coagulante.

Saliendo de la plaza me acordé de aquella frase del escritor estadounidense James Branch Cabell, quien si no era aficionado debía haberlo sido: “El optimista proclama que vivimos en el mejor de todos los mundos posibles y el pesimista teme que sea cierto”.

Plaza de toros México. Domingo 19 de enero del 2025. Toros: siete de José Garfias (hubo un tercero bis), pésimos en todos aspectos. Salvo el quinto, ninguno parecía tener ni la edad respectiva, ni el peso anunciado, ni los pitones intactos. Excepto el primero y el quinto, todos fueron fuertemente pitados durante la lidia y en el arrastre.

Toreros: Juan Pablo Sánchez, al que abrió plaza lo mató de media defectuosa y cuatro descabellos: silencio tras aviso. Al cuarto le pegó un pinchazo y dos golpes de verduguillo: bronca al toro y silencio para el torero.
Borja Jiménez, al segundo lo despachó de un pinchazo hondo y buena entera: silencio.
Al quinto le atizó una media lagartijera y cortó una merecida oreja.
Luis David Adame, al que sustituyó al tercero, mismo que se lesionó al pegar un impresionante salto que casi lo ubica en primera fila de barrera, le dio una estocada entera pero atravesada y lo decabelló en tres ocasiones: silencio. Al que cerró plaza (que también saltó al callejón) se lo quitó de enfrente con una estocada que asomó por el costillar y una entera baja: silencio.

Entrada: unas nueve mil personas.

Incidencias: desde un templete ubicado encima de la puerta de cuadrillas con profusión de luces y otros artilugios, el grupo musical andaluz Siempre Así cantó y tocó entre toro y toro, y después de terminado el festejo continuó interpretando canciones. El ruido era ensordecedor y totalmente innecesario. No sabemos qué pretende la empresa con este tipo de tonterías tan poco taurinas.