Hoy cumple 90 años don Francisco Romero López, Curro Romero, un auténtico mito del toreo según Sevilla, que ha conseguido mantener la llama del currismo viva desde que se enfundó su primer traje de luces hasta nuestros días, cuando ya han pasado más de 20 años desde su última aparición en los ruedos. Ha logrado algo insólito. Muchos de sus partidarios y admiradores más cercanos de este momento no llegaron a verlo torear nunca, lo que no deja de tener su mérito. Y es que Curro ha traspasado todos los límites de popularidad y respeto por parte de todos. Desgraciadamente muchos de sus grandes seguidores, quienes por ser de su quinta lo vieron debutar en Sevilla el 26 de mayo de 1957, no están ya entre nosotros. De ahí que quienes tuvieron la dicha de ser testigos de sus tardes de torero ya peinen canas. El misterio es su supervivencia y su avasalladora personalidad, capaces de adherir a su causa a los que ahora abanderan su tiempo y espacio sin haber podido disfrutar de sus esencias toreras.
Curro Romero nació en Camas (Sevilla) el 1 de diciembre de 1933. Creció con las fatigas propias de una sociedad en desarrollo en una familia humilde, de ahí que su juventud la pasara en el campo y como mancebo de botica. Se presentó en La Pañoleta para sustituir a Marqueño. Algo parecido le ocurrió en Sevilla, porque también la vía de la sustitución fue el medio para torear en la novillada que le abrió las puertas del corazón de los aficionados sevillanos.
A partir de ahí, una historia de toreo incomparable presentado de forma puntual en las grandes solemnidades. De ahí sus cinco salidas a hombros por la Puerta del Príncipe y las siete por la Puerta Grande de Madrid. Torero de cima o sima, también hay que dejar constancia de tantas tardes de inhibiciones con fracasos sonoros. Se convirtió en una religión con devotos incondicionales. Así sigue en nuestros días, porque su presencia arrastra multitudes que le vitorean como símbolo del arte grande del toreo.
Ha sido un vencedor del tiempo, un artista fiel a su concepto, un irredento de su estilo, al que nunca traicionó, y es posible que esa concepción y ese mantenimiento de sus propias fuentes haya sido lo que le ha hecho trascender por encima de un simple torero. Por eso se convirtió en un icono del toreo y en un mito para todos.
Ha sido condecorado con todos los honores posibles, ha sido cantado por todos los poetas que han tenido la suficiente sensibilidad para hacerlo, ha logrado la unanimidad sobre su persona, que es incluso superior a su condición de artista único, ha llegado a los noventa años con la mente lúcida para proclamar que con los toros de hoy nunca hubiera sido torero.
El Faraón cumple noventa años, una edad extraordinaria, y lo hace con la felicidad de tener una madurez tranquila en compañía de Carmen Tello, una mujer entregada a mantener vivo su legado, lo que no es fácil y ella lo hace con elegancia y estilo. En esta hora de su cumpleaños, sólo queda decirle que muchas felicidades y larga vida Faraón.