Luis Carlos Peris.- Sentarse cada tarde en el primer templo a Tauro es como ir al reencuentro del rito y de las formas que merecen la pena. El sábado se nos encogían los adentros con las notas de Manolete en el paseo para que en el cuarto toro volviéramos a emocionarnos con la invitación del matador a un banderillero para recordar al padre de éste. El matador era el gran Antonio Ferrera, el banderillero José Manuel Calvo y el recordado, un banderillero de leyenda que cayó con la castañeta puesta en ese mismo terreno. Coincidía el lugar donde hace hoy veinticinco años era cogido y muerto Manuel Montoliú y ahí, en ese trozo de albero lo homenajeaban en banderillas. Y el par del hijo fue tan parecido desde el cite andándole con los brazos caídos hasta la ejecución, con un toque en la pierna idéntico al que desequilibró al padre antes de ser atravesado por el pecho. Qué cosas tiene el toreo.

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