José Luis Garrido Bustamante.- Alguien con responsabilidad y buen sentido tiene que poner coto a estos desmanes. No se puede encumbrar a una figura del toreo que acaba de jugarse la vida faltándole al más elemental de los respetos.
Salir por la puerta grande de la plaza de toros de las Ventas se ha convertido en la apoteosis de la agresión personal al presuntamente honrado por parte de una masa de impresentables e irrespetuosos ciudadanos que, a lo peor ni siquiera ocuparon los tendidos y que, aun más grave, les importa un pito la Fiesta e incluso suelen mostrarse contrarios a ella, pero que, escondidos en el anonimato de la turba, lo convierten en objeto de irrefrenables deseos sin consideración alguna.
Don Quien corresponda tiene que tomar de inmediato cartas en el asunto. Con Miguel Angel Perera se ha vuelto a producir ese espectáculo abominable que no es la primera vez que recogen las cámaras de la tele y que muestran al premiado lidiador zarandeado como un muñeco, víctima indefensa e inerme de la codicia de una multitud desbocada sin freno ni educación.
Es evidente que, al producirse estas escenas fuera del coso, quedan exentas de responsabilidad sus autoridades, pero alguien tiene que asumir la gravedad de los hechos y a quien sea deberían acudir los maltratados en reclamación de daños.
Si Fernando Cepeda, apoderado de Miguel Angel Perera, pone el asunto en manos de Joaquin Moeckel y este se querella en nombre del diestro agredido contra la alcaldesa de Madrid me parecerá muy bien.
Estas posturas inciviles no benefician a nadie y menos a quien tiene la obligación de corregirlas de inmediato y no lo hace.