Desde mi desconocimiento en cuestiones de arte, puedo afirmar que nuevamente se ha cometido un desafuero con el cartel que anunciará la temporada taurina de Sevilla en 2025. Porque una cosa es una obra e arte y otra un cartel taurino, que es lo mínimo que se le debe exigir a una obra con semejantes pretensiones. Nuevamente se ha supeditado el cartel a la posibilidad de incluir un nombre señero en la colección que adornan las paredes del Salón maestrante. Todo se hace para sumar nombres ilustres, pero nunca para buscar un reclamo torero.
A los maestrantes y a su valedor, el galerista Pepe Cobo, le han metido un gol por la escuadra. Han buscado un nombre y se han fijado en la vienesa Martha Jungwirth, que es una artista abstracta y figurativa. Ello no tendría ninguna trascendencia si la vienesa hubiera presentado una obra con evidentes signos toreros, pero la visión que tiene de la fiesta es un despropósito. Hay un afán en el galerista para presentar obras modernistas, algo que vuelvo a insistir no es objetable, pero se trata de conjuntar ese modernismo con el toreo.
Decíamos que a Cobo se la ha colado doña Martha, porque la obra presentada como cartel de Sevilla es un cuadro anterior suyo cortado por la mitad. Ese cuadro está en el museo Guggenheim de Bilbao con la denominación de Toro, obra realizada en el año 2000. Ahora lo ha cortado por la mitad y lo ha presentado en Sevilla. Es el timo de la estampita. El pastizal que ha pagado la Maestranza por media obra es una barbaridad.
Decía el empresario que espera que, dado el color morado del cuadro, “este año no las pasen moradas”. Hay otra lectura: esperemos que no sea el año del medio toro, como ya preconiza el cartel anunciador.