Carlos Crivell.- Mientras pasa el invierno taurino con la habitual pasividad de los profesionales, es tiempo de reflexiones. Se discute quién cambia a quien, si el toro al toreo o viceversa. Me parece claro que el toreo, la forma de torear en cada tiempo, es lo que modifica la forma de seleccionar el ganado, por tanto es el toreo quien modifica al toro. Y el toro no cambia de forma súbita, su evolución es muy lenta. Ha sido así siempre. Joselito El Gallo inició el cambio del toro, aunque sería Juan Belmonte quien se aprovecharía de un animal más apropiado para la quietud y el temple. Tras la revolución de Manolete volvió el toro a cambiar. Ahora, cuando la doctrina de Paco Ojeda, el último revolucionario, ya está asentada, el toro ha sufrido una nueva evolución en su forma de embestir y moverse por la plaza. Muy justo de casta, el animal que se lidia es un prodigio de fijeza y bondad, lo que naturalmente ocasiona que muchas veces sus embestidas sean de mínima emoción. Casi todos los toros embisten de la misma forma. Los espadas no están preparados para ponerse delante de un toro acometedor y fiero.
De lo hasta ahora comentado supongo que habrá discrepancias entre los aficionados. Quiero centrarme en Paco Ojeda. En mi opinión, es indiscutible su papel como revolucionario. El tiempo pasado le ha consolidado como el motor de un cambio en los años ochenta del pasado siglo. Después de su impacto, de su relativamente breve paso por la Fiesta, el toreo según Paco Ojeda sigue siendo la base del toreo moderno. Lo que no quiere decir que todos los toreros deban torear al estilo de Ojeda. Cuando aparece algún espada dotado de un arte soberano o un clasicismo asolerado, entonces todos estamos de acuerdo. Pero en cuestiones de terrenos, distancias, en la relación entre toro y torero en la lidia, el concepto de Ojeda sigue en todo lo alto.
Si Ojeda ha sido el último revolucionario, absorbiendo las maneras y el temple de un fenómeno llamado Dámaso González, la pregunta es si a la tauromaquia le quedan por delante nuevas revoluciones. ¿Hacia dónde irá el toreo en los años próximos? No soy capaz de imaginar cuál será la corrida de toros de mediados del siglo XXI, un tiempo que ya no podré ver pero que me parece que será maravilloso. Para que ello ocurra, el toro debe adaptarse siempre a la tauromaquia imperante. Cuesta mucho trabajo entender cómo será el toreo del futuro. Es posible que ya haya nacido esa figura que en veinte años puede cambiar de nuevo la forma de enfrentarse a un toro. El mismo toreo que llamamos eterno se nutre de las revoluciones. Solo espero que lo que esté por venir respete los principios fundamentales de la fiesta que rigen desde que un hombre se pone delante de un toro.