Ángel Luis Lorenzo Franco.– Este año, en el pueblo de Sierra de Fuentes, donde estoy de sacerdote, tuvimos la visita en la Peña “El Quite” de Emilio de Justo; la pregunta al acercarme a él fue directa por mi parte: Qué difícil es en el mundo del toreo, mantenerse arriba en el éxito, pero aún más vertiginoso es salvaguardar tu vocación de torero, cuando estás en el olvido máximo y la incertidumbre: ¿Qué te ha hecho mantenerte en pie Emilio?: La vocación.
Nada se entiende, se mantiene y se ama, sino se tiene vocación. Tardes difíciles, llenas de ostracismo, donde la única vía de escape era prepararse con su apoderado francés en tierras gaditanas o escaparse a tierras colombianas para oxigenarse. Allí, sin duda, abrazaría como compañeras de camino a la disciplina que le ha hecho crecer como torero y como persona. No se puede entender la vida sin vocación, y él la tiene para ser torero.
Todo fraguado en la escuela taurina de Cáceres, donde tomó la alternativa en el 2007 y que, desde hace tiempo capitaneado por una conducta seria, alcanza su reconocimiento, en esta temporada 2018 que va terminando. Triunfos en tierras francesas y vallisoletanas que devuelven el entusiasmo a un torero extremeño, rescatando sus ilusiones escondidas, desde hace mucho tiempo.
Llegar hasta aquí no resulta fácil, y más siendo fiel a tus principios y toreando determinados hierros. Eso, el aficionado lo debe de valorar. El torero es grande, porque destila valores tan humanos y tan importantes como es el espíritu de lucha.
Lo difícil, no lo ha derrotado, sino que lo ha hecho más fuerte. Todo bajo dos columnas vertebrales como es Francia y la ganadería de Victorino. ‘Justo’ triunfador de sensaciones buenas para el toreo en esta temporada. En Extremadura seguimos creyendo en ti. Gracias maestro, por tus medias de sentimiento y verdad. Larga vida a tu carrera, como largura tiene tu mano derecha.