Hasta la salida del sobrero sexto, la corrida de Espartinas no estaba respondiendo a la expectación. La corrida de Albarreal, chica y mansa, no ayudó a los diestros. Morante pudo expresar algo de su tauromaquia en ese sobrero y salvó la tarde

Ganadería: seis toros de Albarreal, el sexto lidiado como sobrero, pobres de presentación y de juego variado. Muy noble, el primero; bueno el sobrero. El resto, flojos, mansos y descastados.

Ortega Cano: una oreja, silencio y silencio.
Morante de la Puebla: saludos, silencio y dos orejas.

Espartinas, 21 de marzo de 209. Corrida Goyesca. No hay billetes.

Carlos Crivell.- Espartinas

Dos toreros de arte, sin medallas, rivalizaron en el ruedo. En realidad, rivalidad hubo poca. Estos festejos mano a mano se han convertido en corridas con dos toreros. No se torea con el capote de salida y menos aún en quites, que no existen, como tampoco tiene vida la suerte de varas. El encuentro de Ortega Cano y Morante se salvó en el descuento casi de milagro. El sexto se lesionó durante la lidia y salió un sobrero, el de mejor presentación y juego, que fue con el que Morante cuajó la faena que salvó la tarde.

A la empresa hay que hacerle una advertencia. No se pueden presentar reses tan chicas y tan mal mutiladas. Es una recomendación que debe llegar también al ganadero. La salida al ruedo de los dos primeros toros fue simplemente sonrojante. Todo tiene un límite. Estos festejos son de preparación para los toreros, ciertamente, pero dado que el público pasa por taquilla es preciso mantener un mínimo de dignidad.

Con el que abrió plaza, tan pequeño como noble, Ortega pudo ofrecer algunas muestras de su buen gusto torero. Los lances del saludo rebozaron torería. Con la muleta se lució más al natural en tanda de regusto exquisito. Ya no se pudo ver más al de Cartagena. El segundo de su lote fue manso entablerado y no tenía dos pases seguidos. El quinto se lastimó en los primeros compases de la faena del diestro y quedó con un temblor en la cabeza y una extrema debilidad. Contrariado por su mala suerte, Ortega lo mató sin poder realizar una faena de lucimiento.

Morante de la Puebla le puso un broche lucido a la tarde con el sobrero. Salió por uno que se lastimó una mano y fue el de mejor nota. Morante apenas toreó con el capote a la verónica. Los lances no surgieron limpios. Toma el capote muy abierto y la hondura pasada se ha perdido. Fue muy hermoso un quite por chicuelinas. En este lance, el torero de la Puebla realiza la suerte con toda la gracia y el donaire de la mejor escuela sevillana.

La faena al sobrero se cimentó en tandas de buen corte por el lado derecho y algunos pases sueltos por la izquierda. El muletazo llevó la impronta de su profundidad y de su clase personal. Más reunido y ligado por el lado derecho, fue con los adornos cuando su toreo se elevó al grado de obra excelsa. Morante, muy fibroso de hechuras, aprovechó este toro para pulir su estado de forma ante su cita con la Maestranza.

Antes, con el escuálido toro que mató en primer lugar dejó alguna pincelada de toreo bonito, aunque la falta de fuerzas del animal fue un problema de complicada resolución. El segundo de su lote fue manso de tablas. Misión imposible.