GastónRamirez2014Gastón Ramírez Cuevas.- Después de un gran número de tardes esperando el milagro del toro bueno y el torero con algo que decir, hoy coincidieron en el albero un magnífico David Mora y el sensacional “Niñito” de El Pilar. Curiosamente, ese gran tercero de la tarde estaba muy regularmente presentado ya que era más bien sacudido de carnes y de escaso trapío.

Desde que David Mora le pegó unas verónicas excelsas, cargando la suerte, templando con hondura y acompañando con todo el cuerpo, en el tendido supimos que “Niñito” y el elegante diestro madrileño podían darnos la alegría que tanta falta nos ha hecho en esta feria.

Mora quitó por chicuelinas modernas de mano baja rematadas con media larga, devolviéndole a esa manido lance la dignidad que nunca debió perder. Desgraciadamente Abellán tuvo la peregrina idea de ejecutar el mismo tipo de capotazos ejerciendo su derecho al quite, y la creación del gran Manuel Jiménez volvió a hundirse en la ramplonería.

David brindó al cónclave y comenzó su trasteo por el pitón derecho, muy erguido, templando y viendo al tendido. Sonó la música para acompañar colosales tandas por ambos pitones. No es fácil ver a alguien torear con más entrega, buen gusto, honradez y temple. Tampoco es fácil que salga un toro tan noble, con tantas embestidas y tan alegre. Los ensordecedores olés eran la prueba fehaciente de que David Mora estaba creando la mejor faena de (hasta el momento) toda la feria.

Me quedo con los naturales de cartel y los adornos: molinetes, trincherillas, desdenes y manoletinas. La estocada estuvo un pelín caída, cosa que probablemente impidió la concesión de la segunda oreja, pues todos sabemos lo quisquilloso y draconiano que es el juez Fernández Rey. Sea como fuere, la afición aplaudió fervorosamente a David mientras paseaba la oreja en la apoteótica vuelta al ruedo.

El torero capitalino trató de redondear el triunfo con el sexto de la tarde, pero ese toro no andaba para hacerle muchas fiestas. De hecho, se llamaba “Renacuajo” y eso es para desanimar y agriarle el carácter a cualquier bovino. Mora estuvo valiente y en torero, logrando ahormarle la cabeza al toro y logrando pases de mucho mérito, pero el triunfo grande no iba a repetirse. Por tirarse a matar como los machos, no como cierto torero que yo me sé, a punto estuvo de sufrir un percance grave. Afortunadamente el toro sólo le deshizo parte de la taleguilla. El agradecido público sevillano sacó a David al tercio y esperó para despedirle de la plaza con una salva de aplausos.

¿Cómo fue el resto de la corrida? Pues mire usted, Miguel Abellán le puso bastante empeño al asunto, pero su primer toro no sirvió por bronco y difícil. Al cuarto, un bicho con bastante raza, no lo entendió muy bien, quizá le faltaron poder y temple, elementos que no pueden darse por separado.

Y Manolo Escribano volvió a darlo todo, pero no había sorteado a un “Niñito” ni algo remotamente parecido. Volvió a irse a porta gayola en sus dos toros,  lanceó a la verónica con pasmosa suavidad, puso escalofriantes pares de banderillas en tablas y luego intentó ligar los muletazos por ambos pitones. Pero el segundo de la tarde embistió siempre con la cabeza alta y jamás le dio al de Gerena dos embestidas iguales. El quinto no tuvo tampoco fuerza ni chispa, era más bien un compendio de sosería. Así es muy complicado transmitir emoción.

Al salir felices y toreando de la plaza los aficionados sevillanos no dejaban de preguntarse por qué toreros cabales y elegantes como David Mora sólo fueron contratados una tarde, y en cambio hay que tolerar a ciertos aburridísimos y adocenados consentidos de la empresa casi cada tercer día.

También se hablaba del caso insólito ocurrido durante la lidia del que cerró plaza, cuando el severísimo presidente tuvo la bondad de cambiar el primer tercio dos veces, una de ellas antes de que el cornúpeta recibiera el primer puyazo.