Fernando Cepeda ha anunciado su marcha de los ruedos. La justificación es doble: una lesión en la espalda muy molesta y la falta de ilusión. El torero de Gines, tan especial por tantas cosas, convocó a un grupo de amigos íntimos y a la prensa. En el ambiente se barruntaba que el motivo de la reunión era para comunicar algo muy importante. Y así fue, porque Fernando Cepeda tomó la palabra para decir lo que se mascaba en el ambiente: que no sigue toreando. Además, habló como hombre y torero agradecido a todos los presentes y a lo que representaban. Estaban periodistas, ganaderos, taurinos, aficionados, compañeros de sus primeros tiempos y amigos de toda la vida.
Ha dicho que no tiene ilusión para seguir en activo. ¿Es una decisión tomada de pronto o la había meditado ya hace tiempo?
Ha sido algo que estaba dándole vueltas desde hace unos meses, pero la decisión final la he tomado el pasado domingo. Cuando llegan estas fechas siempre he comenzado mi preparación de forma intensa, pero este año me ha pasado algo raro. No tenía ganas de hacer nada, ni de torear de salón ni de acudir a tentaderos. Esa situación ha sido determinante. Ha sido como un aviso que me ha advertido que ya tenía que parar.
¿Ha habido algún detonante más para tomar esta decisión tan drástica?
Son muchas cosas, pero la muerte de Ángel Caro ha sido la gota que ha colmado el vaso. Ángel ha estado siempre a mi lado, me conocía perfectamente y era mi crítico más severo, aunque cuando se entregaba era el primero. Esta pérdida y los problemas de físicos de la espalda, que me dan muchos quebraderos de cabeza, me han quitado las ganas de prepararme, así que lo mejor es dejarlo. Esta enfermedad ha sido muy dolorosa, sólo mi familia sabe lo mal que lo he pasado, aunque nunca he dicho nada.
Si hubiera llegado una buena oferta para torear en las plazas de Sevilla y Madrid, tan vinculadas de siempre a su carrera, ¿cambiaría su postura?
En absoluto. Es una decisión que no cambiaría si llegara una oferta ideal para torear en Sevilla y Madrid. No conseguiría nada. Es más, creo que si no me hubiera retirado no debería tener problemas para torear en buenos carteles en Sevilla y Madrid. El año pasado hice una de las mejores faenas de mi vida en Madrid; en Sevilla también hubo algunos muletazos de clase. Si me falta la ilusión para torear no debo hacerlo.
¿Ha logrado las metas que se propuso en su día al comenzar su trayectoria torera?
Mucha gente me dice que no he logrado llegar hasta la meta que mis cualidades merecían, pero yo digo que no es así, sino que he logrado más de lo que había soñado. Y me marcho con esa sensación de haber toreado muy bien hasta el final. Ese toro que he comentado del Domingo de Ramos en Madrid es inolvidable, lo que pasa es que no tuvo una gran repercusión. Pero además de lograr más de lo que había esperado, me marcho con algo que es impagable: el respeto de todos.
¿No le hubiera gustado hacer una temporada de despedida?
Los que me conocen saben que no soy una persona a la que le gusten los homenajes ni las salidas de tono. Eso de ir con despedidas de plaza en plaza, con lágrimas y besando puñados de albero, no va conmigo. Además, me retiro porque no puedo seguir como estoy actualmente.
¿Qué hará en el futuro?
La vida me puede dar muchas alegrías. De momento le voy a dedicar mucha más atención a mi familia. También voy a finalizar mi carrera de Derecho. Es una meta que me llena de orgullo. Accedí a la Universidad haciendo un enorme esfuerzo. Junto al día de mi alternativa, el momento de ver mi nombre en los tablones de la Facultad admitido para estudiar fue el más grande que podía soñar. Y después, puedo ejercer la carrera, puedo trabajar en algunos temas del toreo; no tengo ninguna duda sobre el futuro. Tengo muchas cosas que hacer.
¿De quién se acuerda ahora?
Son muchas personas las que han estado siempre a mi lado. Mis padres, hermanos, mi mujer y mis hijos son fundamentales. He tenido la suerte de hacer buenos amigos en mi vida torera. Pero no debo olvidar, como he dicho en el almuerzo, a Pepe Camará, al padre Leonardo y a Ángel Caro.
¿Se va con algún rencor?
En absoluto, me voy con la satisfacción de haber realizado mi profesión con dignidad. Repito que algunos dicen que me he quedado corto. No puedo asegurarlo, pero ahora me voy con la cabeza alta, creo que de la forma idónea y si lo hago es porque me ha llegado la hora del adiós y seguir sería una osadía y una temeridad por mi parte.
¿Le preocupa pasar a la historia sólo como un buen torero con el capote?
No me preocupa, si es que así ocurre. Este es un tema que no puedo controlar, está en manos de los demás. No tengo ni idea de lo que dirán de mí en el futuro como torero. Si en el futuro dicen que he sido sólo un buen torero con el capote, pues me tengo que aguantar. Pero creo que he demostrado que con la muleta toreo igual de bien que con el capote. Lo que pasa es que hay más toreros que torean bien con la muleta y eso de torear bien de capa es como un milagro y tiene más repercusión.
Se marcha un torero de gran clase, ¿le preocupa que haya pocos toreros con ese estilo suyo en el escalafón actual?
Aquí no hay nada nuevo. Los toreros de calidad surgen muy de tarde en tarde. Cuando era un novillero se decía lo mismo, que no había novilleros de calidad. Y desde entonces, alguno ha surgido. Esa cantinela de la falta de clase de los toreros nuevos es algo que se repite siempre. Un torero con buen arte, y eso que llamamos clase, sólo aparece de vez en cuando.
¿Se marcha con alguna deuda pendiente con la Real Maestranza?
¿Deuda pendiente? Es posible. Me hubiera gustado cuajar más toros en Sevilla. Sin embargo, creo que no hay tal deuda porque he toreado algunos toros muy bien. Lo que pasa es que en Sevilla no he toreado mucho. Y muchas corridas de toros no han sido las más adecuadas para facilitarme un triunfo grande. Tengo recuerdos de cosas muy buenas, quites buenos, muletazos de calidad, aunque es posible que me falte cuajar un toro completo. Si Sevilla me hubiera permitido torear tantas veces como lo he hecho en Madrid, estaríamos hablando de otra cosa.
¿Es un adiós definitivo?
¿Quién lo sabe? Creo que sí, que es un adiós para siempre. Si algún día vuelvo a tener ilusión por torear, y los problemas físicos me respetan, podría hacerlo, pero no lo veo probable.