La corrida comenzó con dos grandes toros de Cuvillo y dos toreros en vena: El Juli y Perera, pletóricos de sitio, temple y valor. Luego todo degeneró hacia un festejo vulgar y un final penoso.
Núñez del Cuvillo / El Juli, Perera y Talavante
Plaza de Huelva, 3ª de Colombinas, 6 de agosto de 2011. Más de tres cuartos de plaza. Cinco toros de Núñez del Cuvillo, bien presentados, encastados y de buen juego en general. Al segundo se le dio la vuelta al ruedo. El sexto fue un sobrero de Pereda, muy flojo. El Juli y Perera salieron por la Puerta Grande.
El Juli, verde botella y oro, estocada trasera (dos orejas tras aviso). En el cuarto, estocada (saludos).
Miguel Ángel Perera, verde hoja y oro, estocada trasera (dos orejas). En el quinto, pinchazo y estocada baja (saludos).
Alejandro Talavante, lila y oro, estocada (una oreja tras aviso). En el sexto, pinchazo, media y descabello (silencio).
Carlos Crivell.- Huelva
El comienzo de la corrida fue trepidante. El Juli lo bordó a su estilo con un toro de Cuvillo encastado y repetidor. Perera le respondió de forma contundente con el sensacional toro segundo en una labor intensa desde que abrió de capa hasta al estocada. La corrida no podía seguir ese ritmo, no era posible, pero quedó claro que el lugar preeminente que ocupa la ganadería de Cuvillo es la consecuencia de que cría toros encastados. No hay que darle más vueltas
No es fácil cortar las dos orejas al toro que abre plaza. El Juli lo hizo con suficiencia. Se encontraron un buen toro y un matador seguro, poderoso, pleno de mando y ligazón. Cuando El Juli torea tan firme, todo parece fácil. No lo era, el de Cuvillo tenía mucha casta. La faena prendió en el tendido hasta la estocada final.
La respuesta de Perera fue tremenda. Engarzó verónicas con gaoneras en los lances del saludo con una quietud pasmosa. Comenzó con cuatro pases encadenados por la espalda en el centro, todo preñado de una gran emoción. El de Cuvillo se vino arriba en las tandas con a derecha de mano baja, barriendo el albero con al muleta, en una faena que cortó al respiración. Muy bien Perera, con un sitio más que sobrado, al que solo le sobró ahogar algo la embestida del animal al final, porque ahí el de Cuvillo protestó. Sin embargo, una gran toro y un torero pletórico.
La corrida no podía seguir del mismo modo. El tercero no fue lo mismo, su embestida era más desigual y se quiso rajar en todo momento. Talavante toreó bien por la derecha para lograr fijar al toro, apenas lo hizo por la izquierda y su faena no alcanzó el brillo necesario. En esta ocasión mató bien, en contra de su habitual costumbre, y pudo pasear la oreja.
El Juli, tan firme y poderoso, no pudo tocar pelo en el cuarto. La corrida de Cuvillo había dejado lo mejor para el principio. Se quedó cortó y se comportó como manso. El Juli muleteó con soltura en una faena que no tomó altura.
Y ya el quinto fue manso descarado. Perera está que se sale. No parecía un toro posible, aunque el extremeño logró algunas tandas templadas hasta que el morlaco se rajó definitivamente. A esas alturas del quinto, la corrida había perdido la fuerza explosiva del comienzo.
Todo quedó para el sexto. Habían salido dos toros de bandera y tres vulgares. El clima era de un moderado triunfalismo esperando que Talavante pudiera salir a hombros con sus compañeros. En un derrote se partió medio pitón izquierdo. Salió el sobrero de Pereda, que tampoco fue un dechado de casta y fuerzas. Talavante ni lo intentó al ver el toro claudicar al primer pase. Esta corrida no merecía un final tan penoso. Ya se sabe lo de los gitanos, que no quieren a sus hijos con buenos principios.