Carlos Crivell.– Me cuesta mucho trabajo escribir sobre el apagón de OneToros TV porque me faltan datos. De entrada, que una plataforma que emite los toros de las mejores plazas desaparezca es una mala noticia. Se le quita visibilidad al toreo y se le resta la publicidad que una retransmisión provoca en la afición. Ahora bien, de lo que sí estoy dispuesto a hablar es de algunos aspectos de esta espantá.

Cuando unos empresarios confiesan que han perdido 12 millones de euros en su gestión lo que está claro es que son unos aventureros que se han tirado sin paracaídas al ruedo de la televisión. Todo gestor debe evaluar los pros y los contras de la empresa en que decide invertir, algo que no parece que hayan hecho los de OneToros. Tanto el alemán del comienzo como los tres empresarios andaluces del final. Seguro que conocían los derechos de imagen que deberían pagar y seguro que sabían que el pirateo estaba a la orden del día. Hubiera bastado que se lo preguntaran a los de Movistar.

A pesar de ello se tiraron al ruedo y para ello contaban con un alto número de abonados, pero la realidad es apenas han conseguido unos 50.000, cuando esperaban más de 200.000. Esa precariedad, más los derechos de imagen, han roto una empresa que ha optado por defraudar a sus clientes al negarle las cámaras a dos ciclos fundamentales de la oferta con la que salieron a principios del año. Dice en su entrevista en ABC uno de los gestores que en el contrato con los clientes ya se preveía la posibilidad de no ofrecer todo el paquete y que por ahí se salvan. Será cierto, pero es una inmundicia moral ofertar 117 festejos, cobrar un año entero y dejar sin televisión a siete de los más importantes del año. Tendrán la razón jurídica, pero no tienen la moral, que es también muy importante. Es una estafa en el más amplio sentido de la palabra. Se ha pagado por un número de corridas que no se han ofrecido. Si hubiera honestidad deberían devolver la parte correspondiente a lo que no se ha omitido.

Se quejan de los derechos de imagen, pero hay que insistir que era algo sobradamente conocido. Ahora pretenden continuar, pero antes quieren negociar con empresas, toreros y ganaderos unos derechos más asumibles, lo que no parece nada fácil. Es evidente que, si en la temporada 2025 no televisan Sevilla o Madrid, la gente se dará de baja de forma masiva, si es que no han hecho ya. Si solo ofrecen festejos de segunda o tercera categoría, la huida será masiva.

Por otra parte, esas pérdidas de 12 millones de euros deberán estar basadas en otros capítulos, no solo en los de los banderilleros. Los abonados no tenemos acceso a los gastos generales, pero se ha tirado con pólvora ajena a la hora de contratar comentaristas sin relieve, ofrecer programas a informadores o toreros de escaso fuste, a los que se las habrá tenido que pagar de forma generosa. El abonado tiene poco que decir en estos casos, es lo que hay y nadie nos pregunta por nuestra opinión; no podemos porque lo que nos interesa en ver los toros, aunque haya que soportar algunos comentarios de escasa entidad.   

No tengo motivos para el optimismo de cara al futuro. Ya me gustaría que mañana los derechos de imagen bajaran y nos anunciaran por enero que Valencia, Sevilla, Madrid, Pamplona y Bilbao serán televisados. La cadena mantiene ahora una programación enlatada. Muchos estamos a la espera de conocer las previsiones de futuro. La realidad es que se ha desvestido a un santo – Movistar -, para vestir a unos aventureros, porque si perder 12 millones de euros no es una aventura que venga alguien y me lo aclare.