Juan Manuel Pérez Alarcón.- Desde que finalizaron los comicios europeos y los sobresaltos colaterales que los distintos partidos y coaliciones realizaban sobre los resultados electorales, se han sucedido muchos actos y acontecimientos en España que pueden tener cierta importancia para la fiesta de los toros. Vayamos por parte, porque la primera y principal es que la irrupción de un partido – el que lidera el eurodiputado Pablo Iglesias – con clara vocación abolicionista – así lo pone su programa electoral – puede deparar sorpresas, incluso a las personas que mostraron su apoyo y adhesión, ya que nada más salir vencedor en los resultados europeos, aprovecharon para leer su argumentario político y analizar los “ideales asamblearios” de una plataforma que apuesta por abolir la tauromaquía en aquellas Comunidades Autónomas o lugares donde tengan posición de Gobierno. Una apuesta firme y demócrata es que lo han puesto en su programa electoral, por lo que no tienen la intención de engañar a nadie, y sí lo han hecho a ese millar de aficionados que se t»iraron de los pelos» en medios sociales por haber votado a una plataforma que no apostaba o apuesta por éste espectáculo. Allá ellos.
Tras esta primera cuestión que tiene su importancia, me adentro en otra idea; en esta segunda Transición que estamos viviendo, hay que tener en cuenta otro hecho que estamos viviendo en este país. La abdicación de S.M. El Rey Juan Carlos I en favor de su hijo el Principe de Asturias, tiene su importancia o lectura social sobre la posición en que se puede quedar la Tauromaquia. Es justo reconocer que un activo importante que ha tenido la fiesta de los toros ha sido el monarca Juan Carlos I, cuya presencia anual en citas importantes – como la Corrida de la Prensa y/o Beneficiencia en Madrid – u otras como, Sevilla, Toledo, o de menos entidad, Palma de Mallorca o Aranjuez, que provocaban que la institución se acercara a la realidad de un espectáculo singular.
Con la transición planteada, a debate esta semana en las Cortes Generales, se abre una nueva etapa, ilusionante y con cierto recelo, en lo que respecta a la afición a los toros que pudiera tener el futuro Rey de España, ya que las hemerotecas, y la propia educación del Príncipe por parte de su madre, no han propiciado un acercamiento muy estrecho a este espectáculo, sí tenemos como referencia la asistencia a una plaza, y en comparación, con el amor y cariño de su abuela, su hermana la Infanta Elena, o la del propio Rey Juan Carlos I.
Y es que la Tauromaquia que se va a encontrar el nuevo Rey de España – el futuro Felipe VI – no vive su mejor momento de promoción y difusión, ya que las corrientes abolicionistas proliferan bajo el sello de cierta demagogia política y social, lo que esta provocando que reine el caos en favor de ciertas teorías que nada tiene que ver con la realidad social de nuestro país. Lo mejor que puede hacer el futuro Rey es defender la Tauromaquia como símbolo y tradición de nuestras raíces ibéricas, por expreso deseo de su soberanía popular, cuya legitimidad sera refrendada en el acto próximo de Coronación que tendrá lugar el próximo día 19 de junio. Una monarquía cercana, ilustrada, preparada y moderna, con el amparo de una democracia abierta, respetada y participativa, debe provocar que la Tauromaquia se asiente como valor cultural y artístico.
Por todo ello, desde este modesta columna de opinión personal, le pido al futuro Rey, que se implique de forma directa en llevar, con el mismo honor y ejemplaridad, la condición de aficionado a la fiesta nacional, que tanto su abuela, Dña. María de las Mercedes, y su padre, el Rey Juan Carlos I, honraban con su presencia cualquier recinto donde se celebrase una corrida de toros.