Si espera en este texto alguna novedad sobre Morante, ya le digo que no hay tal cosa. Si se titula de esta forma es porque espero que en el futuro no aparezcan más artículos sobre el torero cigarrero firmados por escritores brillantes, pero con un supino desconocimiento del arte del toreo. Cualquier juntaletras, en ausencia de otros temas, se ha puesto a escribir sobre el corte de coleta. Y se han escrito algunas cosas muy acertadas y un montón de necedades, bien escritas, pero sin rigor ni sapiencia taurina. Esta proliferación de textos, como si no escribir del asunto fuera un menoscabo para su actividad literaria, me confirma en la importancia de lo que ha pasado el día 12 de octubre en la plaza de toros de Madrid. Es un tema tan trascendental que ha suscitado el interés de los analistas todoterrenos. Ya se sabe que, en España, todo el mundo sabe de todo en las distintas tertulias y textos que se publican. Morante ha competido con los sobres de Ábalos y Koldo y con el fin de la guerra de Gaza. Le ha venido muy bien al Gobierno de Sánchez. Ha sido un motivo de distracción nacional.
Me sumo con cierta desgana a este aluvión de mensajes. Quiero hacerlo desde el pragmatismo más profundo, lejos de sentimentalismos y sin acritud. Morante se ha marchado de los ruedos después de haber tomado una decisión final en la misma mañana del día 12, cuando asumió que si ocurría algo importante debía poner el punto y final (o aparte) a su devenir por los ruedos. Para ello aleccionó a su mozo de espadas para que al comienzo de la corrida le aflojara el añadido, siempre con la intención de podérselo quitar con facilidad. Cuando todo se culmina con una de las estocadas más perfectas del año. Morante se rompe en su gesto de desprenderse del añadido. Es decir, en mi opinión es una decisión preconcebida de antemano, no un arrebato imprevisto.
¿Por qué se retira Morante? Las razones íntimas las debe contestar el torero. Lo que se diga ahora es pura presunción. Es cierto que ha sido una temporada de muchos sufrimientos para el torero, tanto en el aspecto mental, como en el aspecto taurino. En lo mental, parecía a comienzos de la temporada que la enfermedad psíquica estaba controlada. No se puede entender cómo se soporta un año de toros con un problema tan perverso para su estabilidad emocional. ¿Estaba recuperado Morante? Los indicios apuntan a que no estaba totalmente recuperado. Además, durante este año no ha podido seguir a rajatabla el tratamiento impuesto, de forma que el curso del año ha sido desfavorable para su proceso disociativo.
En el aspecto estrictamente taurino, ha sido un año de gran exigencia para el torero, que de unos años a esta parte se ha convertido en la referencia para todos, léase empresarios, ganaderos, compañeros y afición, que lo han colocado en el centro de sus miradas, porque su forma de afrontar la profesión es admirable, por su permanente afición, la manera de renovar tantos y tantos detalles del toreo, por su cuidado exquisito de las formas, por todo, Morante ha conseguido ser el objeto de la atención de todo el toreo, lo que ha supuesto la llegada de numerosos aficionados de nuevo cuño que se han acercado a la Fiesta al reclamo de un torero único e irrepetible. El peso del toreo ha recaído sobre sus hombros y es un a prueba muy dura que ha tenido un tiempo limitado de duración. Morante lo ha dicho: Ya no puedo más.
No puede más por el trastorno mental y por este peso de la púrpura que le ha llegado después de la pandemia. Pero no hay que desestimar el aspecto físico. Morante tiene 46 años, que es una edad joven para una persona normal, pero no lo es tanto para un torero (aunque en estos tiempos la longevidad de los matadores es distinta a lo que ocurría hace años). El aspecto físico es importante cuando se torea con tanto valor como torea Morante. Se pone en un sitio donde los toros cogen a los toreros, ha sufrido muchos revolcones y una cornada grave en Pontevedra, lo que seguro que le hecho mella en su ánimo. El mismo día 12 de octubre resultó volteado de forma dramática. Su imagen tumbada, inmóvil, sobre el ruedo, es de un patetismo extremo. Casi abandonado, impotente, no podía moverse y, por fortuna, el toro no hizo por su anatomía.
Son un cúmulo de factores que han desembocado en una decisión de impacto mundial. Su nombre ha sido el sostén de muchas ferias, junto a Roca Rey era el único que llenaba las plazas, todo el mundo se ha sentido apesadumbrado, todo el mudo se hace la misma pregunta: ¿Es una retirada definitiva o volverá a los ruedos?
Algunos detalles invitan a pensar que es una retirada para siempre. Pero hay otros que nos hacen soñar con una vuelta a los ruedos. La habitual honestidad de Morante con la Fiesta de los toros, nos indica que es una retirada definitiva. Su compromiso, su entrega, su dedicación y su legado al toreo ha sido de tanta grandeza que se podría pensar que un torero así no va a andar con idas y venidas que puedan esconder tintes mercantilistas. Los toreros se retiran y vuelven, pero la mayoría de los que se cortan la coleta lo hacen de para siempre (salvo Antoñete y alguno más). Ese matiz sobre si se ha cortado la coleta o se ha quitado el añadido es superficial. El torero se ha retirado y se ha quitado el símbolo de su profesión. Una vuelta no sería muy bien recibida por quienes defienden la pureza de las formas.
Hay, sin embargo, otros datos que invitan a pensar que es algo transitorio. Esa misma frase del torero sobre que se ha quitado el añadido deja una puerta abierta al futuro. Se ha marchado en Madrid, pero hay quienes le reclaman ese honor para Sevilla. Porque Morante no es más torero de Madrid que de Sevilla, incluso con su historia de amor y odio con la cuidad hispalense. Morante ha toreado 77 tardes en Sevilla, más que en ninguna otra plaza. Aquí ha triunfado en su etapa más juvenil, ya más maduro y en su consagración a partir del 1 de octubre del año 2021 con el toro de Juan Pedro Domecq. Ha habido una relación complicada con Sevilla, más con la empresa Pagés que con la propia afición, sobre todo por lo sucedido en aquellos años del boicot en los que se ausentó del coso del Baratillo. Después de la pandemia, el idilio de Morante con Sevilla ha sido total. De ahí que muchos le reclamen un adiós en la Maestranza.
También invita a pensar que es transitorio que Morante es un enfermo del toro y que no sabe hacer otra cosa que torear. Hay una corriente de opinión que defiende que en cuanto se recupere de su proceso mental volverá a los ruedos.
¿Cómo volvería Morante? Aquí uno de los enigmas más debatidos. Si vuelve, debe hacerlo el mismo matador enciclopédico de siempre, pero además debe volver a ponerse en el mismo sitio que ha pisado estos postreros años, y ya sabemos que ahí se corta la respiración y tiemblan las piernas. Otra cosa sería impensable. No parece que Morante pudiera volver para una temporada amplia, de ahí que se especule con una vuelta programada en corridas especiales y contadas.
De momento, está apartado de los ruedos. Debe tratarse su enfermedad, por otra parte de solución complicada, y que vuelva cuando quiera, pero que lo haga en las mejores condiciones posibles. Es verdad que el toreo se queda huérfano con su ausencia. Es un torero tan importante que no hay en el escalafón ningún sucesor posible. Hay buenos toreros, pero no figuras de su magnitud. Estamos viviendo momentos históricos, aunque tal vez no seamos conscientes de ello. Morante se ha ido y nadie sabe si volverá. De cualquier forma, aunque vuelta de manera puntual, ya nada será como antes.
Y aquí acaba este texto, que por mi parte es el único y último sobre lo que ha acaparado la atención de todos, los entendidos y los ignorantes. Espero que sea lo último sobre Morante.