Antonio Lorca.- El joven Román necesitaba el triunfo como agua de mayo y, la verdad, es que dio de sí todo lo que lleva dentro, que es una entrega sin límite, un valor heroico y una concepción taurina algo atropellada, motivada, quizá, por el sueño de encontrar sentido a su vida. Pero no pudo ser.
En primer lugar, se le presentó el infortunio en forma de un toro lesionado en una mano, lo que le obligó a matarlo con prontitud. El animal murió al tiempo que a Román se le cayó el alma a los pies, porque con esa mala suerte se esfumaban muchas ilusiones.
En el último toro, codicioso y fiero, que tenía mucho que torear y exigía una muleta con mando, el torero hizo lo mejor que sabe: quedarse quieto, jugarse el tiempo, aguantar tarascadas y demostrar que quiere abrirse camino. Y toreó, además, y muy bien en una tanda de naturales grandes. Se ganó al público con su entrega y tenía la oreja cortada cuando abrochó su valiente labor con dos circulares invertidos con la pierna de salida flexionada y un cambio de manos final. Todo muy bien hasta que se perfiló para matar y todo lo emborronó. El trofeo que le hubiera abierto puertas que tiene atrancadas se lo llevó el toro, pero toreros con esa decisión no deben perder la esperanza. Solo ha tenido mala suerte y poco acierto en el día menos apropiado de su corta vida torera. Un banderillero de su cuadrilla, Raúl Martí, emocionó a todos con un par extraordinario que competirá en los premios de la feria.
Uno que llega, y Ponce, que no se va ni con agua caliente. Que no es que nadie le desee el adiós, pero la ovación que el público le tributó tras el arrastre del cuarto sonó a despedida. No había motivo para palma alguna porque entre un toro deslucido y molestas rachas de viento, el torero no pudo ni justificarse. Por si acaso -hay que ver la sapiencia de la gente…- lo obligaron a salir del callejón y lo despidieron como se merece una figura. Bueno, también lo despidieron, por si acaso, en esta plaza en 2014 y ahí sigue.
En su primero, que era un noble cordero, demostró que la experiencia es un grado. Destiló buen gusto y dibujó momentos de excelsa torería trufados con otros ventajistas, propios de un acompañante ideal más que de un torero con mando en plaza.
Que no se olvide que la corrida de Puerto de San Lorenzo fue una birria. De desecho fueron los dos del lote de Daniel Luque, que demostró que maneja con soltura y buen gusto el capote.
Toros de Puerto de San Lorenzo, -el cuarto, devuelto y sustituido por otro del mismo hierro, también devuelto-, desiguales de presentación, mansos, descastados, sosos y nobles. Sobrero de Valdefresno, deslucido.
Enrique Ponce: _aviso_ pinchazo, casi entera y dos descabellos (ovación); estocada _aviso_ (ovación).
Daniel Luque: pinchazo y estocada (silencio); pinchazo, estocada _aviso_ (silencio).
Román, que confirmó la alternativa: estocada y un descabello (palmas); tres pinchazos y estocada que hace guardia _aviso_ (ovación).
Plaza de Las Ventas. 10 de mayo. Decimocuarta corrida de feria. Casi lleno. Asistió el Rey Juan Carlos I desde la meseta de toriles.