Antonio Lorca.- Asombrosa, deslumbrante y completísima fue la actuación de joven caballero extremeño Leonardo Hernández, que cortó cuatro orejas y salió a hombros por la puerta grande de Las Ventas en una corrida histórica para su palmarés personal; de principio a fin derrochó una ilimitada ambición de triunfo y una entrega absoluta que fue recompensada por un público entusiasmado que se divirtió de verdad con la torería de un caballero en tarde de gloria.
De entrada, le tocó en suerte un toro bravo y de gran nobleza y extraordinaria movilidad -debiera contar para el premio a toro de la feria- como fue el tercero, de nombre Canastito, de 572 kilos de peso, que persiguió incansable y con acometividad al caballo en el primer tercio, y llegó a las banderillas con un derroche de calidad que contribuyó sobremanera al lucimiento del caballero.
Templó muy bien Hernández a lomos de Amatista, y levantó a la gente de sus asientos con Despacio, que mira al toro como si quisiera hipnotizarlo y quiebra a escasos dos metros de su oponente. Fue, quizá, el momento culminante de la actuación del caballero, que destacó, además, con Xarope antes de cobrar un rejón trasero que no impidió que paseara las dos orejas. Completó su gran tarde ante el sexto, otro buen toro, a lomos de Calimocho y Sol, con los que concluyó una actuación inolvidable para este rejoneador que ha ganado en técnica, madurez y espectacularidad.
No tuvo su día Diego Ventura, aunque dejó muestras de su magisterio y calidad. Falló en la suerte final y ya se sabe que ese error es determinante para la concesión de trofeos. No fue el rejoneador sorprendente de otras tardes, y, quizá, habría que concluir que destacaron más sus caballos que el propio caballero. Sacó a Nazarí en sus dos toros, y la actuación del caballo castaño de nueve años fue, sencillamente, superior. Es Ventura el que dirige, pero es el cabalo el que parece pensar como torero. Templó de maravilla al primer toro, -el más manso y parado de todo el festejo- lo enseñó a embestir, y lo enceló, siempre dando la cara con valentía. Volvió a triunfar en el quinto, al que templó de nuevo con suprema torería. No le fue a la zaga Sueño, otra figura del toreo, con el que Ventura templó a la perfección y recortó por los adentros con una elegancia asombrosa. Este toro colaboró más, pero el caballero pinchó de nuevo y todo quedó en una ovación.
En segundo plano quedó Sergio Galán, un gran rejoneador al que le cuesta un mundo conectar con los tendidos. Su técnica academicista y fría y su escaso acierto a la hora de administrar los tiempos permite que el público pase del entusiasmo a la indiferencia. Destacó con Ojeda, un gran caballo torero, con Capricho y el elegante Apolo, todos ellos con más emoción en el cuerpo que el propio caballero.