Carlos Crivell.- Con el no hay billetes en las taquillas y la expectación por las nubes, Madrid vivió la vuelta de Morante que no anduvo bien, salvo por detalles sueltos en su primer toro. Se lidió una corrida de Cuvillo muy desigual y justa de presencia con un toro sensacional por bravo y noble, el tercero, que meerció la vuelta al ruedo. Castella le cortó dos orejas en una faena muy típica de su estilo, valiente, templada y firme. Aparicio, sin recursos.
Seis toros de Núñez del Cuvillo, desiguales de presencia y juego. Destacaron el encastado segundo, el muy bravo tercero y el noble sexto.
Julio Aparicio: silencio y silencio.
Morante de la Puebla: silencio y pitos.
Sebastián Castella: dos orejas y saludos tras aviso.
Madrid, Feria de Otoño, 3 de octubre de 2009. No hay billetes. Saludaron en banderillas Curro Molina y José Goméz como consorte. Castella salió a hombros por la Puerta Grande.
Carlos Crivell.- Madrid
Morante llevó la gente y el ambiente a Madrid. Se supone que la empresa suspiró con la presencia de Morante, que con un dedo magullado y la cabeza trastornada, se puso el terno lirio para que Las Ventas respirara como las tardes más recordadas.
Morante se dejó ver en dos lances sueltos con el segundo, otro par de chicuelinas muy sevillanas y algunos naturales perfectos a ese mismo toro. Todo sin orden ni concierto, sin ninguna ligazón, sin estructura de faena. Madrid le jaleó, tal vez porque esperaba más grandeza en lo que quedaba por delante que por la propia entidad de su labor. El toro, bravucón, con un punto de genio, tenía mucho que torear. Morante tiró detalles. El público se contentó y esperó al quinto.
Ese quinto no fue bueno. La verdad es que ni se sabe cómo fue. Morante se puso delante sin mucha convicción y macheteó por bajo. Ahora se enfadaron, como deben enfadarse los públicos con un torero de arte.
Por delante, Julio Aparicio. Todo muy oscuro fue para el hijo de Maleni, como su mismo terno torero. el primero, ensabanao, precioso, era noble y flojito. Debió estar mejor, pero entre pase y pase le asaltaron dudas. Sólo cabe apuntar un comienzo de fane de muleta muy torero y con su gota de pellizco. Y con el cuarto, casi nada. Ganaron las dudas.
El tercero fue un animal sensacional. De nombre Ventanero, empujó en bravo al caballo de José Doblado y acabó derribando. Y como buen bravo, repitió en una segunda vara. Curro Molina lo bordó en banderillas. Castella hizo una faena de la casa. Comenzó con los cambios por la espalda y rompió a toro por abajo con temple y largura, toreando con el compás muy abierto con la izquierda. El toro era una máquina de seguir una muleta. Castella cuajó tandas emotivas para acabar con sus clásicos parones en la cara del toro. La plaza deliró. La estocada cayó ligeramente caída y las dos orejas se concedieron con extremada velocidad. Si hubiera toreado con el capote o matado por arriba, tal vez…, pero la plaza las pidió. Así es Madrid ahora, igual que cualquier plaza de provincias. El palco no le dio la vuelta al toro.
El sexto fue noble pero se apagó antes. Castella estuvo ahora más técnico en una faena ligeramente despegada, vistosa, pero como si ya estuviera conforme con lo anterior. Listo como es, el francés de Sevilla le dio dos circulares invertidos muy logrados y la gente enloqueció. Madrid es como cualquier plaza española. No mató bien y perdió una oreja.
La corrida pasó pronto. Son corridas con artistas que si no lo ven claro tiran por la calle de enmedio. Nuevo triunfo de Núñez del Cuvillo, zambombazo para Castella y Morante que sigue de plaza en plaza.