Carlos Crivell.- La plaza de Málaga abrió la temporada con el festejo esperado de los cuatro diestros ausentes de Sevilla. Solo la casta de Perera pudo salvar una corrida con toros muy justos de presencia y mínima casta.
Plaza de toros de Málaga. Lleno. Cuatro toros de Daniel Ruiz (1º, 2º, 4º y 7º), tres de Jandilla (5º, 6º y 8º) y uno de Vegahermosa (3º). En general justos de presentación. El 2º y 4º de Daniel Ruiz fueron más encastados. Malos los de Jandilla, sobre todo el 5º, muy manso, y el 6º, peligroso. Saludó en banderillas Joselito Gutiérrez.
Morante de la Puebla (rioja y oro): estocada atravesada y descabello (silencio). En el quinto, metisaca bajo y descabello (silencio).
El Juli (azul marino y oro): dos pinchazos y estocada (ovación y saludos). En el sexto, pinchazo, media tendida y descabello (silencio).
Miguel Ángel Perera (sangre de toro y oro): media trasera y caída (ovación y saludos). En el séptimo, estocada desprendida y dos descabellos (una oreja tras dos avisos).
Alejandro Talavante (gris plomo y plata): pinchazo, estocada y dos descabellos (silencio tras aviso). En el octavo, estocada desprendida (ovación y saludos)
Las figuras tropezaron con un lote de toros poco propicios para el triunfo, sobre todos los que lucieron el hierro de Jandilla. De esa forma, una corrida con ocho toros pesó en el ambiente ante la falta de faenas lucidas. La emoción debió esperar a que la corrida ya estuviera pidiendo la hora en el toro segundo del lote de Perera, toro que lo cogió a comienzos de la faena cuando el extremeño trataba de encauzar su descompuesta embestida con la mano derecha. La voltereta fue muy fea, pero por fortuna no pasó nada, de forma que a partir de ese momento la corrida cambió de signo con un torero entregado, valiente y poderoso que limó todas las asperezas del animal para lograr que siguiera su muleta por abajo de forma casi milagrosa.
La faena tuvo esa intensidad que alcanzan las obras de mérito. Y se arrimó tanto, y se confió tanto, que de nuevo fue cogido ahora cuando lo tenía ya dominado con la izquierda. Todo fue emocionante, la fase final de la faena fue una lucha entre el marrajo, que ya se había rajado, pero que seguía buscando su presa, y un torero hecho un tío en toda la extensión de la palabra. El de Jandilla no se murió de la estocada, pasó el tiempo y sonaron dos avisos, el puntillero levantó el toro y aún así se pidió la oreja que hizo justicia a una labor de valor inmenso y que le dieron un cierto sentido a una tarde que caminaba en la penumbra.
El mismo Perera tropezó en primer lugar con un cinqueño de Vegahermosa que dejó sus fuerzas en una costalada tremenda en el saludo del diestro. Respondió con un quite variado con chicuelinas y gaoneras a otro de Talavante. La faena comenzó de manera brillante con tandas templadas hasta que el toro se apagó del todo y el trasteo quedó difuminado.
El Juli se mostró muy dominador y seguro con el primero de su lote, uno de los buenos de la corrida que llevó el hierro de Daniel Ruiz. Su faena basada en el toreo de mano baja, muy seguro y con un toreo muy eléctrico, se quedó sin premio porque falló con la espada. El que se jugó como sexto, con el hierro de Jandilla fue otro regalo. Ni siquiera un matador tan poderoso y experto como Julián López pudo lograr el menor lucimiento. Se quedó corto en viajes bruscos con la derecha y echó el freno definitivo cuando le puso la izquierda. Mal con la espada.
También pudo lograr más partido Talavante del cuarto, un animal con el hierro de Ruiz que tuvo un buen comienzo y acabó de mala manera. No se dejó por el derecho y por la izquierda hubo temple y personalidad, sobre todo cuando entremetió una dosantina preciosa. Todo se fue abajo con un desarme, un culatazo del animal a la anatomía del diestro y una tanda sin limpieza.
Cerró plaza otro toro justo de trapío, como toda la corrida, que derribó en el primer puyazo. Embistió de manera informal porque no tenía fuerzas en los cuartos traseros. Alejandro el extremeño se puso de rodillas para comenzar la faena. Ya enhiesto, trazó pases sin ligazón ante un animal muy aburrido. Se quedó muy cerca ante una res que daba lástima dada su mínima vitalidad. Quedó patente su voluntad ante un toro para el derribo.
Para Morante fue una tarde aciaga. El primero, de Daniel Ruiz, murió en el tercio de varas en una segunda vara agresiva después de un derribo en la primera. El toro llegó apagado sin recorrido a una muleta que quiso torearlo pero era imposible. El segundo de su lote era muy manso y se acobardó enseguida. El público quería devolverlo a los corrales, aunque no había motivo para ello. Morante quiso derribarlo, pero no lo consiguió. El toro pasó al último tercio y allí no pasó nada. Intentó el quite del perdón en el que cerró plaza y las verónicas no llevaron su sello inconfundible, salvo la media que fue espléndida. No fue posible el perdón de la plaza.