Gastón Ramírez Cuevas.– Borja Jiménez, el triunfador de Madrid y de prácticamente todas las plazas en las que se ha presentado este año, cayó de pie ante la afición capitalina. El toro de la confirmación tenía ganas de embestir y una nobleza exagerada, pero andaba muy justo de fuerza. Borja lo lanceó a la verónica con arte y luego quitó por chicuelinas ajustadas y elegantes. Ahí la gente se le entregó.

Con la muleta demostró valor, sitio y una tauromaquia larga y profunda. Lo mejor fueron las tandas de naturales, un cambio de manos por delante y una serie de luquesinas, pase que por primera vez le gustó al que esto escribe. A la hora de matar, Borja se perfiló demasiado largo y se entretuvo en pinchar. Así perdió una oreja que todo el cónclave esperaba ansioso.

El diestro de Espartinas se enfrentó en quinto lugar a un animal anovillado al que se dejó crudo en el caballo. Borja se lució nuevamente toreando por chicuelinas con el capote e instrumentando pases de todas marcas con la muleta. Inició el trasteo con dos cambiados por la espalda en los medios y después logró grandes tandas por ambas manos rematadas con excelentes pases de pecho, arrimándose como los buenos y cargando la suerte. Citó a recibir, pero la estocada no le hizo efectos al de San Constantino y después de varios descabellos poco acertados todo quedó en una clamorosa vuelta al ruedo.

Hablemos ahora del misterioso asunto de Borja y sus fatigas con la toledana. El aficionado se pregunta cómo es posible que un torero tan valiente y completo, que piensa en la cara del toro y que posee un hambre desmedida, emborrone faenas de gran importancia cuando procede a oficiar con la espada. Nadie pone en duda que el coleta andaluz sea al que más preocupa el asunto. Tampoco cabe pensar que no haga caso a sus maestros o que no se ponga a practicar la suerte suprema con verdadero tesón, pero… ¿Será culpa de no haber encontrado el tranquillo adecuado? ¿Acaso debería templar más, marcar los tiempos con ritmo y perfilarse en corto y por derecho? Lástima que don Pepe Alameda ya no esté entre nosotros, pues se dice que, sin haber estoqueado un solo toro en toda su vida y con la ayuda de una silla, enseñó a matar como el tifo a Antonio Lomelín, uno de los mejores exponentes de la suerte suprema de todo el siglo pasado.

Sergio Flores estuvo bullidor y entregado toda la tarde, aunque parte del respetable no le perdonó cierta vulgaridad con la muleta, cosa a la que no nos tenía acostumbrados. Su primer toro se defendía bastante y a base de valor Sergio logró emocionar a los tendidos. Al final tampoco mató con acierto. En el cuarto, el torero tlaxcalteca repitió la dosis de torero ajustado y algo eléctrico. Mató con eficacia y cortó un apéndice que le supo a gloria.

Miguel Aguilar bailó con la más fea. Su primer enemigo se la pasó procurando no rodar por la arena desde el primer tercio. Miguel porfió sin éxito y terminó por abreviar. El sexto era un cuadrúpedo indigno de la plaza más grande del mundo y hasta de algunos pueblos con tranvía, pero fue el único de San Constantino que parecía tener los pitones más o menos intactos. La mitad de la gente se desentendió de lo que ocurría en el ruedo mientras la otra mitad abucheaba al remedo de toro. El torero hidrocálido se justificó, pero nadie se lo tomó en cuenta.

Si es que se siguen dando corridas de toros en este escenario el año entrante (el funesto gobierno populista actual asegura estar dispuesto a darle la puntilla a la Fiesta), Borja debe regresar, ya que la afición capitalina está deseando tener un nuevo ídolo español y él es, hasta el momento, el mejor candidato.

Plaza México. Domingo 24 de noviembre del 2024. Toros: seis de San Constantino, débiles, mansos y faltos de trapío. El sexto fue pitado continuamente y al primero le dieron un inexplicable arrastre lento.

Toreros: Sergio Flores, al segundo de la tarde lo despachó de media desprendida y un golpe de descabello: palmas. Al cuarto le cortó una oreja protestada después de atizarle media estocada.
Borja Jiménez confirmó su alternativa. Al que abrió plaza lo mató de cuatro pinchazos, entera y un descabello: aviso y al tercio. Al quinto se lo quitó de enfrente mediante una estocada desprendida recibiendo y tres golpes de verduguillo: vuelta al ruedo tras aviso.
Miguel Aguilar: al tercero le pegó dos pinchazos y una entera desprendida: leves palmas. Al que cerró plaza le propinó una entera traserilla y caída: palmas tras aviso.

Entrada: unas siete mil personas.