Tres orejas de distinto valor en el cierre de rejones en Málaga. Hermoso de Mendoza, Diego Ventura y Leonardo rivalizaron, aunque lo mejor lo hizo Hermoso en el que abrió plaza.

Plaza de Málaga, 10ª de Feria. Tres cuartos de plaza. Un toro de San Mateo, 1º; dos de Carmen Lorenzo, 2º y 3º; tres de San Pelayo, 4º ,5º y 6º, bien presentados y de juego variado. Los mejores, primero y segundo. Manso, el tercero; reservón, el cuarto; Apagados, quinto y sexto.
Hermoso de Mendoza, una oreja y saludos.
Diego Ventura, una oreja y saludos
Leonardo Hernández, saludos tras aviso y una oreja.

Carlos Crivell.- Málaga

La de rejones que cerró la feria malagueña fue una buena muestra del gran momento del rejoneo actual, sobre todo cuando rivalizan Pablo Hermoso y Diego Ventura, que por mucha distancia que los separe en lo personal no tienenmás opción que unirse para llevar gente a las plazas. El tercero en discordia, Leonardo, se mantiene ahí a la expectativa, aunque aún no alcanza el nivel de las dos figuras. El resultado final de una oreja por cabeza no refleja lo ocurrido en el ruedo. Hermoso cuajó una labor excepcional en el primero, digna del doble trofeo. Ventura anduvo muy bien y Leonardo no alcanzó el nivel esperado. La oreja final fue un regalo del palco porque no había petición suficiente.

La corrida fue una competencia abierta entre ambos mandones del escalafón. Se mastica en el ambiente la rivalidad. Cada uno utiliza sus armas para llegar al tendido. Asi, unas veces con rejoneo puro sin cuentos, otras con alardes de alta doma, intentan captar la atención del público.

Hermoso dio una lección de rejoneo en el que abrió plaza. Todo fue perfecto por temple y la forma de citar y colocar arpones y banderillas. El despliegue de Manolete con sus quiebros y piruetas tuvo el final perfecto de Ícaro, el caballo que habla cara a cara con los astados. Este equino es el dueño de sus terrenos, multiplica su pequeña figura y se erige en el rey de la plaza con su permanente forma de fijar con la mirada a sus enemigos. Será que era el primero y la gente estaba fría, pero era faena de dos orejas. Y que no quede en el tintero que el toro fue excelente.

El cuarto le ayudó poco. Le faltó una carrera más para lucir al caballero. Ahora se exhibió sobre Chenel y Dalí. Lástima que al primero no le acompañara el toro en sus correrías a dos pistas con los quiebros ya conocidos. En fin, Hermoso estuvo más que correcto y falló con el rejón de muerte.

Diego Ventura le cortó la oreja al tercero tras una lidia espectacular. Otro buen toro de la familia del Capea, al que Ventura enceló, templó y lidió de forma magistral. Esta vez fue Nazarí quien hizo una demostración insuperable del toreo a dos pistas con el mayor temple posible. Y luego salió el caballo Oro, que cita galopando a tres manos con una doma poco habitual. Califa fue infalible una vez más en las cortas y el rejón trasero definitivo.

Con el quinto, toro de comportamiento noble y poca resisetncia para la lidia, Ventura se mostró entregado aunque ahora faltó acierto en las banderillas con Cheque. Para arreglar el asunto recurrió a las espectacularidades de Ordóñez, aunque a la faena le faltó ese punto de calidad que necesitaba para llevar la emoción al tendido. Falló con el rejón definitivo y descabelló a la segunda desde el caballo Califa.

Leonardo Hernández cumplió con el tercero una labor desigual. El toro salió de manso y levantó la protesta sin sentido del tendido. Era manso y nada más. El animal no colaboró con el joven rejoneador que con Verdi y sus piruetas logró su momento de mayor brillantez. Falló con el rejón definitivo y también con el descabello pie a tierra.
A la salida del sexto, Leonardo tenía el reto de igualar o mejorar a sus compañeros. El toro se quebrantó mucho en un rejón bajo por el que sangró en abundancia. Este rejoneador no exhibe los nombres de sus caballos, algo que debería reconsiderar por lo que ayuda al público y a los cronistas. Su labor entusiasta fue bien recibida por el público. Colocó banderillas en distintos terrenos a un toro cada vez más aplomado. Faltó mayor ajuste en sus encuentros. Las cortas al violín se recibieron con entusiasmo. Era el colofón de su tarde, de la corrida y de la Feria. Un rejón defectuoso acabó con el de San Pelayo y la gente quiso igualar a los tres caballeros pidiendo la oreja. Aunque se la concedieron, la presidenta contó mal los pañuelos porque eran a todas luces insuficientes. No todas las orejas fueron iguales en este festejo.

Se acabó la Feria y no se ha abierto la Puerta Grande, lo que es muy expresivo del nivel de la misma. Será preciso realizar una reflexión profunda sobre las causas. Está claro que el toro no ha sido bueno, pero no todas culpas se las pueden llevar las reses.