Cayetano hizo una buena faena al sexto y dignificó el final de la Feria de Málaga. Toros chicos de Sorando, despedida de Luis Francisco Esplá y oreja sin criterio para Javier Conde.
Cuatro toros de Román Sorando y dos de Luis Algarra, primero y sexto. Los de Sorando, muy chicos, abecerrados, sin pitones, descastados nobles y flojos. El primero de Algarra, bien presentado, flojo y noble. El sexto, noble.
Luis Francisco Esplá: dos pinchazos y media caída (palmas) y estocada baja (saludos).
Javier Conde: dos pinchazos y estocada baja (silencio) y estocada baja (una oreja).
Cayetano: estocada corta (silencio) y estocada (una oreja).
Plaza de Málaga, 12ª de Feria. Tres cuartos de plaza. Inmenso toda la tarde, sobre todo en un quite de peligro en el sexto, Domingo Navarro
Carlos Crivell.- Málaga
La tarde se salvó en el sexto con la bella faena de Cayetano al buen toro de Algarra que puso el broche a la Feria. Fue lo mejor de la tarde y, al menos, sirvió para endulzar este final, que desgraciadamente no fue muy brillante. El empaque y la elegancia del hijo de Paquirri le pusieron una nota de calidad al festejo, por demás dominado por la mala presencia de tres toros de Román Sorando.
Quienes conocen los entresijos de los corrales comentaban que había sido complicado conformar la corrida. Ya en la plaza, esos problemas no se entendían bien, porque por los chiqueros salieron reses que denigran el prestigio de la plaza. Tres de las cuatro de Sorando, segundo, tercero y cuarto, eran unos becerrotes que no pasan ni en plazas de segunda. Y salían al ruedo con la aquiescencia de la señora presidenta y el silencio cómplice de la supuesta afición. Málaga en asuntos taurinos necesita un cirujano tipo Cavadas que le haga un trasplante total.
Era el día de la despedida de Esplá, que no es que tenga un pasado glorioso en esta plaza, pero sí ha representado un estilo torero, una forma de entender el toreo que merece una despedida con todos los honores. Su tarde en Málaga estuvo marcada por el juego de las reses. Se enfrentó a uno de gran trapío de Algarra en primer lugar con el anduvo solvente sin meterse en complicaciones.
Puso las banderillas y toreó con soltura y poca quietud. Se movió de forma elegante sin profundidad por los alrededores del toro, le puso ese sabor añejo que posee el alicantino a todos sus movimientos y lo mató de forma defectuosa.
El cuarto que le sirvió de despedida debe ser el más chico que ha matado en sus últimos años. No sólo era chico, sino que sus acapachados pitones le quitaban cualquier seriedad posible. Y no tenía fuerzas. No debió lidiarse, pero la señora presidenta no quería problemas el último día. Es una pena. Ha tenido momentos buenos en este ciclo y lo echó todo a perder en el último momento. Ese toro se derrumbó varias veces sobre el albero.
Esplá puso cuatro pares de banderillas buenos de verdad. Con la muleta toreó a media altura, la forma única posible ante semejante ruina. Siempre sobrado, mató de una baja y saludó como un señor desde el centro del ruedo.
Javier Conde mató dos de Sorando. El quinto tuvo más presencia. El segundo era insignificante y llegó al último tercio masacrado en varas. Conde intentó torear, pero el animal se rajó, la música en un alarde de incompetencia amenizó un trasteo ínfimo y allí no pasó nada.
El quinto tuvo más fondo. Se estiró con buen aire en las verónicas del saludo. El toro noble, tanto que le permitió torear más con la derecha y una tanda enganchada con la izquierda. Entre medio de esos pases, dudas múltiples y gestos al tendido. Pues con ese tipo de faena y una estocada baja le dieron una oreja. No sé quien dice que a Conde no lo quieren en Málaga. Fue una de las orejas de menos peso de la Feria.
Cayetano sufrió en el tercero la insuficiencia de los toros de Sorando. Fue un minitoro que no se mantenía sobre sus extremidades. Cayetano, elegante siempre, no podía bajar la mano, así que todo fue a media altura. Poca cosa.
El sexto, el otro de Algarra, se tapaba por dos pitones tocados arriba y poco más. El tercio de varas fue un trámite. En banderillas emergió la figura del banderillero Domingo Navarro, un prodigio de colocación y oportunidad. Se llevó a punta de capote al toro cuando perseguía a Fernando Pérez. Este banderillero es todo un espectáculo.
El de Algarra fue muy noble en la muleta. Cayetano lo sacó con doblones hermosos y se estiró con elegancia y buen porte por la derecha. Tres tandas con la diestra, una de naturales y otra más con la primera. Por encima de todo, elegancia y empaque. Tal vez faltó algo de reposo, pero esa labor fue un oasis y abrochó el ciclo con alguna dignidad. Los estatuaros finales fueron un monumento s la solemnidad. Cayetano dejó de nuevo la impronta de su solemnidad y su respeto por al profesión. Fue un final digno de una feria con muchos problemas. Esa faena le salvó la cara a una corrida que, de otra forma, hubiera sido un desastre.