Sólo una oreja para José María Manzanares por cu acierto con la espada en uan ciorrida descastada de Capea. Castella, valiente y muy bien en el tercero Cayetano.
Cuatro de Carmen Lorenzo y dos de El Pelayo (2º y 6º), mal presentados, descastados, sin fuerzas y de juego diverso para la muleta. Destacaron, por nobles, primero y tercero. Más encastado, el quinto. El sexto salió como sobrero por uno de Capea devuelto por inválido.
Sebastián Castella: pinchazo y media estocada (saludos tras aviso) y media trasera y descabello (palmas).
José María Manzanares: estocada trasera (saludos) y estocada trasera y descabello (una oreja tras aviso)
Cayetano: tres pinchazos y estocada trasera (saludos tras aviso) y estocada trasera (palmas).
Plaza de Málaga, 4ª de Feria. No hay billetes. Saludaron en banderillas Juan José Trujillo, Curro Javier y Luis Blázquez.
Carlos Crivell.- Málaga
Se puso el no hay billetes, pero no hubo toros. Y no hubo toros ni por su presencia ni por la esencia. Ni tenían buena presentación ni estaban dotados de las virtudes de la casta brava. De aquella corrida de Capea de hace dos años a esta hay un trecho muy largo.
A esta plaza no se la respeta por parte de quienes deben velar por su prestigio. Esta corrida no estaba en condiciones de ser lidiada en una plaza de primera y pasó por los reconocimientos sin problemas. Ni el ganadero, ni la empresa ni la autoridad pensaron en el futuro. La corrida fue un fiasco porque no tenía pitones. Claro que si en la plaza nadie protesta, ¿para qué van a buscar un toro serio?
No vale con la satisfacción del no hay billetes. Algún día habrá lamentos por no haber cuidado el género bovino. A pesar de los buenos momentos del festejo, quedó sobrevolando la impresión de que se había cuidado muy poco el ganado.
Cayetano estuvo brillante con el tercero, un toro de más de seiscientos kilos que llegó a la muleta con clase por ambos pitones. La primera virtud de su faena fue la forma de entender al toro. Desde los primeros compases se la puso plana para torear con ritmo y cadencia. Es cierto que abusó del pico y que a las tandas les faltó un pase más, pero el conjunto de su labor, lleno de buen gusto, empaque y majestad, fue muy celebrado por el tendido. También se lució por la izquierda y abrochó su faena con ayudados y trincherillas muy hermosas. Tenía dos orejas en el esportón y se quedó sin nada por matar muy mal.
En sexto lugar mató un sobrero de otro hierro de la misma familia, de San Pelayo. Había corrido el turno al devolverse a los corrales el tercero. Ese toro se movió rebrincado y se derrumbó a tercer muletazo. La mole no tenía fondo y era la gota que ponía el colofón a un petardo del ganadero.
La otra faena de la tarde, con algún detalle de calidad, fue la del quinto de José María Manzanares. El toro de Capea llegó con más vibración al último tercio. El alicantino puso su buen concepto estético en una faena nerviosa, de pases rápidos, de muy pocos muletazos por tanda, pero que a esas alturas de la corrida se celebraron de forma estruendosa, algo que suele ocurrir cuando en corridas de expectación no suceden grandes cosas. Manzanares fue un torero de buenas formas y de un fondo menor. Tan rápido fueron los pases que en muchas ocasiones la franela quedó enganchada. Nada que ver con el torero de otras temporadas. La oreja, pueblerina.
Antes, había tropezado con un animal muy rajado que le imposibilitó el triunfo. El de Capea sólo quería tablas y por allí quedaron algunos naturales muy bonitos sin posible ligazón. A pesar de la oreja cortada, no fue el torero de la elegancia suprema por todos conocidos. Ni la espada viajó como nos tiene acostumbrados.
Quien se llevó lo peor del encierro fue Castella. La mole noble sin pitones que rompió plaza le permitió hacer una faena digna, entonada, poco emotiva y muy repetitiva en su habitual tauromaquia. Mucho toreo por la diestra y un arrimón cerca de los ¿pitones? Aún así, seguro que si acierta con la espada corta la oreja.
La imagen de Castella en el cuarto no fue la que debe dar una figura del toreo. Frente a un manso parado y rajado, alargó una labor sin consistencia, carente de cualquier calidad, llena de pases infumables y llegando a cansar a todo el mundo. Hombre, hay que saber estar en la plaza según el material que se está lidiando.
El final, a pesar de la faena de Cayetano y de la oreja sin entidad de Manzanares, dejó la impresión de un fiasco en toda regla. Fue un fracaso del ganadero, apoyado por la empresa y consentido por quien está para defender los intereses de los aficionados, la autoridad, que ni la tiene ni se espera que la pueda tener nunca con estos comportamientos.