Carlos Crivell.- En la I Corrida Picassiana celebrada el sábado 11 en Málaga, triunfó Castella con el mejor toro del encierro de Albarreal en una tarde dominada por el fuerte viento reinante. El Cordobés, muy discreto; Rivera, voluntarioso.
Albarreal / El Cordobés, Rivera Ordóñez y Sebastián Castella
Ganadería: cinco toros de Albarreal y uno, cuarto, de Concha y Sierra. Todos bien presentados. Destacaron el primero por bravo y el sexto por noble. El resto, de juego variado. Más complicados segundo y quinto.
El Cordobés: estocada contraria (silencio) y pinchazo y estocada trasera (silencio),
Rivera Ordóñez: estocada (palmas) y estocada caída (silencio).
Sebastián Castella: estocada (saludos tras petición de oreja) y estocada (dos orejas).
Plaza de toros de Málaga, 11 de abril de 2009. Primera corrida Picassiana. No hay billetes. Viento durante toda la corrida. Castella salió a hombros.
Lo más picassiano de la tarde fue el terno de Sebastián Castella. La duda es si Pablo Ruiz Picasso hubiera diseñado un traje torero semejante, que más que para torear parecía destinado a un corista de opereta. Los trajes de El Cordobés y Rivera parecían más goyescos. Al margen de ese detalle de ofrecer un homenaje al genial pintor malagueño, se trataba de una corrida de toros y como tal debe ser juzgada. El viento que azotó durante parte del festejo no es ni picasiano ni torero. Nadie esperaba que alguien no invitado modificara los contenidos del espectáculo.
La temporada ha comenzado bien en Málaga. La corrida de Albarreal fue de plaza de primera categoría. El palco fue ocupado por un aficionado entendido, que está llamado a realizar una buena labor en el puesto. La plaza se disgustó cuando negó la oreja del tercero a Castella. El presidente no se dejó arrastrar por una petición sin causa justificada. En el sexto, sin embargo, sacó dos pañuelos de forma precipitada. Para cortar dos orejas en Málaga hay que torear más y mejor.
Esa faena al sexto fue una labor de mucho mérito por parte de Castella, que se encontró con el toro más colaborador de la corrida de Albarreal. El francés comenzó con cuatro estatuarios sin mover un músculo y cimentó su faena sobre la derecha. Castella tiene una notable obsesión por la quietud y las cercanías. Es un tipo de toreo que llega con facilidad. Las tandas del la primera parte fueron limpias y ligadas. El torero lució su personalidad y al final acabó metido entre los pitones. El toreo por la izquierda estuvo ausente. Con los circulares y los parones la plaza entró en efervescencia. La buena estocada fue decisiva. De cualquier forma, dos orejas deben ser para labores de mayor intensidad y calidad.
En el toro anterior, Castella estuvo valentón y voluntarioso con un astado que llegó aplomado a la muleta, posiblemente porque sangró más de la cuanta en el tercio de varas. Sólo el toreo con el capote y algunos derechazos del principio pudieron mostrar el estilo de Castella. No había faena para trofeos, pero el público debía ser picasiano.
La corrida de Albarreal tuvo de todo, aunque le faltó chispa final para repetir embestidas. El primero fue un buen toro, pero entre su matador y las circunstancias quedó sin ver en plenitud. El sexto, noble, se encontró con Castella que, a su forma, lo exprimió en una faena brillante a ratos.
En contra de los toreos siempre apareció un invitado indeseable: el viento. Los festejos se celebran con permiso de la autoridad y si el tiempo no lo impide. El viento que sopló en La Malagueta era de los que impiden celebrar una corrida.
El toro que abrió el festejo fue bravo y repitió mucho. Merecía una lidia en el centro del ruedo, algo que Manuel Díaz no pudo hacer por la intensidad de la ventolera. Los pases de El Cordobés fueron de distinto trazo. Su labor conjunta, sólo voluntariosa. El cuarto, con el hierro de Concha y Sierra, manseó de salida y el toreo no acertó a sacarle ningún partido. El rubio torero pasó por la corrida sin dar ni un salto de la rana, lo que nadie sabe si es admisible en una corrida dedicada a un genio del arte como Picasso. Como no hubo salto, el asunto queda sin resolver.
Para Rivera Ordóñez la tarde tuvo connotaciones agridulces. Estuvo brillante en el saludo con el capote en el segundo y se lució en tres pares correctos. El toro fue muy complicado. También molestado por el viento, la faena la planteó cerca de las tablas y allí el animal se hizo el dueño con arrancadas violentas.
En el quinto puso banderillas y pasó un mal rato. No debe Rivera ponerlas en todos los toros. No se trata de un especialista consumado y lo pasó mal ante un animal que le cortó siempre los terrenos. En ese toro hizo un esfuerzo con la derecha aunque la cara alta del astado no le permitió mayor lucimiento.