Gastón Ramírez Cuevas.- Domingo 14 de noviembre del 2012. Tercera corrida de la temporada de la Plaza de toros México. El festejo durá cuatro horas con regalos de toros por parte de Castella, que cortó una oreja, y otro de Juan PablomSánchez, que se llevó otro regalo.
Toros: Seis de Bernaldo de Quirós, infumables. No salió un toro digno de ese nombre. Salvo el primero, todos fueron pitados o abroncados en el arrastre.
Un séptimo de Campo Real, regalado por Castella. El anovillado bicho se dejó y fue premiado con arrastre lento por el juez Ruiz Torres.
Un octavo toro de Los Ébanos, regalado por Juan Pablo Sánchez, que fue manso y de mal estilo.
Toreros: Eulalio López “Zotoluco”, al que abrió plaza lo mató de dos pinchazos y casi entera: ovación. Al cuarto le liquidó de buena entera: al tercio con división.
Sebastián Castella, al segundo de la tarde le asestó un pinchazo, casi media trasera y tendida, y dos golpes de descabello: aviso y leves pitos. Al quinto le recetó multitud de metisacas y un compendio de golpes de verduguillo: bronca. Regaló un séptimo, al que pasaportó de horroroso bajonazo traserísimo y un descabello: le premiaron con una oreja.
Juan Pablo Sánchez, en su primero mató de dos pinchazos, otro pinchazo hondo y un descabello: palmas. Al sexto se entretuvo en pincharlo cuatro veces, luego le dio un bajonazo y requirió de dos golpes de descabello para despacharlo: aviso y silencio. Regaló un octavo animal, al que le metió una estocada entera, caída y trasera: oreja de obsequio.
La plaza presentó una entrada respetable, unas veinte mil almas, mismas que presenciaron la antítesis de una corrida de toros. Uno no sabe qué oscuras componendas y cochupos existen entre el ganadero Javier Bernaldo, los toreros y la empresa, pues ya el año pasado este dizque ganadero de bravo había pegado un petardo mayúsculo con una mansada de libro. Sospechosamente, en el cartel del 20 de noviembre del 2011, también estuvieron presentes Castella y Sánchez. Aquella aciaga tarde escribí esto: “Pocas veces se ha visto un timo ganadero tan burdo y tonto.” ¿Y ahora qué le digo a usted? ¿Que nos volvieron a engañar como a unos chinos? ¿Que no tiene la culpa el indio sino el que lo hace compadre?
En fin, que de la lidia de los seis de la ganadería titular, sólo podemos rescatar la faena del Zotoluco al que abrió plaza. El cornúpeto fue débil y bastante manso, pero Eulalio le entendió y logró tandas elegantes y muy templadas. Ahí se acabó lo que se daba.
Castella hizo como que quería torear al segundo; Sánchez porfió con el tercero; Zotoluco navegó en la inanidad muleteando al cuarto; Castella le espantó las moscas al invidente quinto, y Juan Pablo no hizo nada en el sexto. De haber salido algún rumiante con raza quizá hubiéramos visto algo de toreo bueno. Todo eso está muy bien y espero disculpe la grosería, amable lector, pero como dicen los franceses: si mi tía tuviera huevos sería mi tío.
A continuación vinieron los regalitos tan mexicanos y tan antirreglamentarios, para que los badulaques del tendido pudiesen volver a casa con dos orejitas en su espuerta de cosas que no valen la pena pero que cuestan mucho dinero, como el boleto de los toros.
Castella se justificó con un bicho de Campo Real que embistió, ¡rara avis! El francés estuvo firme y templado. La faena fue de más a menos y mató al burel como un verdadero listillo. Eso no obstó para que los indocumentados sacaran sus pañuelos, logrando que don Gilberto Ruiz ondeara el suyo. En las plazas serias no se cortan orejas con sartenazos a medio lomo y avisos de por medio.
Juan Pablo se subió al tiovivo de los regalotes pre-navideños y se topó con un descastadísimo torillo de la ganadería que fuera de Manolo Martínez. El flamante matador de Aguascalientes puebleó bien y bonito, provocándole sublimes éxtasis a los villamelones. Mató casi igual que Castella pero con más entrega, y el resultado fue el corte de otra orejita de mentirijillas.
Dicen que el torero siempre sabe cómo estuvo, que en el fondo de su corazón los que se visten de luces no pueden engañarse. Ojalá eso sea cierto, pues entonces el Papá Noel de Béziers y el Santa Claus hidrocálido deben estar bastante avergonzados.
Aunque lo más probable es que ambos “triunfadores”, junto con el ínclito ganadero, estén festejando y bebiendo champaña en las zapatillas de sus núbiles fans, creyendo que son mejores que Gallito y Belmonte, y que Felipe de Pablo Romero y Victorino.