Gastón Ramírez Cuevas.- Domingo 2 de diciembre del 2012. Séptima corrida de la temporada de la Plaza de toros México. Toros: Seis de Marco Garfias, execrables en conjunto, sobre todo el tercero, que parecía un búfalo de agua mal comido. El primero, un bicho anovillado, se dejó un poco, los demás fueron mansos y carentes de raza.
Toreros: Manolo Mejía, en su primero, pinchazo, entera baja y otra entera en mejor sitio: palmas. En el de la despedida, el cuarto, pinchazo aplaudido y casi entera baja: oreja.
Fabián Barba, al tercero lo despachó de pinchazo y casi entera: palmas. Al quinto le pasaportó de buena entera exponiendo: palmas.
David Mora, confirmó la alternativa. Al que abrió plaza le atizó la municipal y luego una estocada entera, trasera y caída: silencio. Al que cerró plaza le pegó una buena entera y le descabelló preciosamente: palmas.
Esta crónica de una corrida desgraciadamente bastante olvidable, quiero dedicársela a mi gran amigo José Antonio Ramos (alias El Abogado), aficionado de pro que está agonizando en Australia. José Antonio y yo compartimos muchas tardes de toros y él me enseñó una barbaridad al respecto de la Fiesta. Los avatares de la vida y una enfermedad hereditaria y mortal le obligaron a mudarse a las antípodas hará más de quince años.
Ayer le habían dado ya los santos óleos y hoy no pude menos que recordar épocas mejores en la plaza. Sobre todo porque hace 30 años y cachito fuimos testigos de las apoteosis de Valente, Mejía y Belmont. Eran otros tiempos, éramos más jóvenes y pensábamos que íbamos a ver juntos miles de toros hasta alcanzar edades de patriarcas bíblicos. Pero, la vida rara vez es tan noble y tan brava.
Permítanme, a la usanza del gran Carlos León, hacer de este humilde texto una carta al amigo que nunca volveré a ver. Hoy, mi querido José Antonio, te hubiera encantado ver torear de capa a David Mora. Este muchacho de Borox, paisano del enorme Domingo Ortega, tiene la onza de oro y hoy hubiera podido cambiarla con poco que le hubieran ayudado sus enemigos.
Al de la confirmación le compuso una sinfonía con el percal que hubiera merecido tus aplausos. Ahí quedaron las verónicas con temple y cargando mucho, así como las dos medias elegantísimas. El quite por chicuelinas modernas –como decía siempre tu padre, otro aficionado non, el cual vio a Gaona y a don Manuel Jiménez- fueron memorables, al igual que las tres medias largas con las que remató el coleta toledano. Luego el novillo, pues Marco Garfias no mandó toros dignos de ese nombre, se apagó pronto y Mora sólo pudo lucirse intermitentemente en muletazos muy templados.
El sexto fue peor, un bicho que jamás se entregó y que derrotaba de lo lindo. David Mora le hizo una faena para entendidos, como tú, jugándose el revolcón a cada instante, algo que requiere de entrega y poder. Mal asunto que el empresario (el innombrable que ya odiabas, querido José Antonio, antes de partir al país de los canguros) nos haya tendido otra de sus emboscadas antitaurinas, pues a Mora hay que verlo frente a un animal bravo.
Se cortó la coleta Manolo Mejía, ese torero que nos emocionó tanto hace mil años en Pachuca, cuando hizo una faena inconmensurable y hasta mató recibiendo. Pero tú y yo sabemos, Abogado, que los años no pasan en balde. Manolo Mejía no hizo nada encomiable ante su primero, porque torear de perfil y para afuera no emociona ni a un aborigen australiano.
La cosa cambió en el cuarto. Ahí Manolo se esforzó por quedarse quieto y pudo pegar chicuelinas ajustadas y pases templados. Le tocaron Las Golondrinas y a mí se me encogió el corazón cuando a Manolito paseó la postrer oreja por el ruedo, no tanto por el diestro de Tacuba, sino por ti, que ya estás a punto de reunirte con Frascuelo en ese mítico tablao que nos cantaba Serrat.
Se ha ido un torero al que vimos desde sus inicios, quien nos convencía por ser largo y honrado. ¡Cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte, tan callando! Lástima que ya no verás a la nueva generación de coletas mexicanos, mismos que de seguro llevarán a cabo la reconquista de España, tal y como tú vaticinabas desde tu apartado de Sol.
Por último te platico de Fabián Barba, un joven matador hidrocálido que se ha convertido en una promesa importante. Hoy le tocó lidiar al animal más feo que ha salido por los toriles de tu plaza: un búfalo cornigacho, cómico y horripilante. Barba porfió de más, hasta que el pupilo del Africam Safari le levantó los pies de la arena. No valió el temple ni tampoco la decisión de Fabián, los reventadores se dieron vuelo alabando las “bondades” del adefesio. Te imaginé, añorado amigo, peleándote con los villamelones y aplaudiendo la labor del torero. No le fue mejor al espada de Aguascalientes con el quinto, pues el morito fue soso y muy manso. Fabián muleteó con limpieza y excelente trazo, pero con eso ni Manolete.
Tú siempre me dijiste que más valía una corrida mala que una aburrida. Bueno, José Antonio, hoy hubieras tenido que modificar tu dicho, el festejo de hoy fue aburrido y malo, o sea, no valió nada. Que la tierra te sea leve, amigo importantísimo, y cuando estés en la tertulia celestial, no dejes de fumarte un buen puro mexicano y de brindar a mi salud.