Gastón Ramírez Cuevas.- Toros: Seis de Villa Carmela, sin trapío, débiles y sosos.
Toreros: Fermín Rivera, mató de entera trasera al que abrió plaza: al tercio con fuerza y pitos al toro. Al cuarto le despachó de excelente estocada a toro parado: oreja.
Daniel Luque, pinchazo a medio lomo y un golpe de descabello en el segundo de la tarde: silencio. En el quinto mató de pinchazo y julipié: silencio.
Mario Aguilar, mató de buena entera al tercero: silencio. En el que cerró plaza mató de entera un tanto trasera y cortó una oreja.

Domingo 18 de diciembre del 2011
Séptima corrida de la temporada de la Plaza de toros México

El encierro de hoy fue tan vergonzoso como los de las corridas anteriores. No hay bravura y no hay trapío en La México. ¿Qué se hace frente a toros inciertos, débiles y con peligro sordo? Pues fajarse y torear con verdad. Eso hizo Fermín Rivera, un torerazo que está para pelearle las palmas al más pintado.

El sobrino del inolvidable Currito y nieto de don Fermín, le plantó cara a su primero desde los lances capoteros. Estuvo elegante y valiente en el quite por chicuelinas modernas. A continuación, se arrimó como el legendario león y hasta el toro le partió el punto de la taleguilla por no huir de la tarascada anunciada. Fermín nunca dejó de completar los derechazos y los naturales, consintiendo al toro manso y débil. Hay en este torero aguante y señorío para dar y prestar.

Su segundo enemigo fue eso, un morito poco colaborador, asaltillado e incierto. Desde el quite por excelentes gaoneras se vio que el muchacho de San Luis venía a demostrar que puede resolver cualquier crucigrama taurino con gusto y clase. Brindó al respetable, unos cuatro mil aficionados de pro, y luego vino lo bueno, lo buenísimo. Fermín estuvo firme, derechito, toreando en la mínima distancia. Fue una maravilla ver con qué verdad colocaba la pierna natural en la cuna para provocar la embestida del cornúpeta. Ahí estuvo Rivera, entre los pitones, completando siempre el muletazo en los medios o en tablas, toreando con el brazo y con la palma, sin inmutarse. No había visto tal dominio y tanta serenidad en esta plaza desde hace mucho. Pero no crea usted que fue una faena exenta de arte: ¡al contrario! Hubo muletazos enormes por largos y templados. El representante de otra dinastía torera mexicana sin parigual, se recreó en cargar la suerte y mandar con un temple prodigioso.

Seco fue el trasteo con el refajo, rondeño estuvo el torero, valiente y entregado se gustó el coleta, con eso está dicho todo. Se perfiló como los buenos y se tiró decidido, dando el pecho, cobrando una gran estocada a toro parado. Cortó una oreja de las memorables.

Daniel Luque, el milagro sevillano, según nos cuentan los andaluces, estuvo mandón y displicente, sin adaptarse a las embestidas de su lote. Quizá el diestro de Gerena estaba molesto por la poca asistencia, y se dio cuenta de que aquí en la capital sólo llenan José Tomás y Pablo Hermoso, cosa con la que él no contaba.
Es menester aclarar que no tuvo enfrente a bovinos bravos, por el contrario. Un trincherazo de cartel de toros a su primero y muletazos largos y ceñidos a su segundo fueron la suma de su esfuerzo. El Dany (o el Dani) está matando fatal, vaciando sin pasar y tratando de meter el estoque a toro pasado. Hoy se le toleró todo, porque los bichejos no ayudaron, pero un día en México se las verá con un toro noble, y ahí habrá que exigirle. Su fuerte, que es el de las suertes con el percal, fue vistoso aunque faltó quietud en los lances.

Mario Aguilar, que repetía, se las vio en primer lugar con un toro aun más descastado que sus hermanos. El de Aguascalientes estuvo en torero, adelantando la pata buena en todo momento, pero ahí no había nada qué hacer. Mató con gallardía y dejó patente su hambre.

El sexto de la tarde fue absurdamente malo; sin embargo, Mario se lo pasó en la faja y le endilgó muletazos en dos tiempos, aguantando los gañafones y la media embestida para lucir en muletazos por ambos perfiles muy coreados. Aguilar tiene la onza de oro, la que se compone de buen toreo y entrega, y la gente se lo reconoce. El joven hidrocálido mató atracándose de toro y cortó una merecida oreja.

Aquí hay que señalar que estos toreros de gran valía, pero de poco arrastre, vienen a torear lo que les den, no lo que ellos quisieran. Yo me imagino que los tres espadas de hoy en la tarde sueñan con el toro bravo, ese que se cría todavía en las casas ganaderas de prosapia de México y España. Ése cuatreño que no quieren ver las figuras, y que los empresarios no compran porque el ganadero no es un nuevo rico que rinde pleitesía a los advenedizos de la Fiesta.