Gastón Ramírez Cuevas..-Novillos: Seis de San Judas Tadeo, chicos, sospechosos de pitones, mansos y débiles.
Novilleros: Santiago Fausto, entera caída en su primero para cortar una oreja bastante protestada. A su segundo lo liquidó de una entera trasera y caída, pero de efectos fulminantes. Cortó otra oreja protestada.
Sergio Flores, mató de dos pinchazos y entera contraria al primero de su lote para agradecer la ovación en el tercio. A su segundo lo despachó de estocada entera en el rincón y cortó una oreja.
Lupita López, estocada trasera y tendida y ocho golpes de descabello para escuchar un benévolo aviso y retirarse en silencio. El que cerró plaza se le fue vivo después de un mitin con la espada larga y también con la corta.

México, 4 de octubre de 2009. Última novillada de la temporada de la Plaza México

Uno se pregunta por qué el mejor novillero que han dado estas tierras en muchos años tiene que enfrentar becerros mansos en la plaza más grande del mundo haciendo las delicias de escasos tres o cuatro mil parroquianos. Si se viene de triunfar en tierras españolas y francesas, viéndole la cara al novillo cuajado y con pitones, esto de hoy es una farsa.

Sergio Flores, el novillero tlaxcalteca, tiene torería para dar y prestar, pero luce poco sin enemigos que brinden emoción. Hoy nos regaló excelentes muletazos al natural y al derechazo, cambios de mano y hasta joselillinas templadas y artísticas, pero este niño está para mayores hazañas.

Estamos en una época donde los novilleros mexicanos que triunfan en España y Francia vienen aquí a jugar al toro ante tres gatos en los tendidos. Yo le recomendaría a Flores y a su maestro Juan Cubero, que se regresaren al viejo continente y que nunca vuelvan la cara atrás. Si se sabe torear con clase y arrojo, quedarse quieto y mandar con temple, no tiene caso exhibirse en plazas de poca monta. Lo digo con tristeza, pero mi Plaza México es, desde hace años, una plaza de quinta.

Dicho esto, hay que reconocer que la única oreja de peso se la cortó el mismo Sergio al quinto de la tarde, después de una faena templada y firme. Si hay Dios, un día veremos a este gran torero tlaxcalteca enfrentando a los toros bravos de su tierra.

Santiago Fausto, el primer espada, hizo cuanto pudo frente a dos novillos débiles que no tuvieron raza ni recorrido. Logró enjaretarle a los bichos buenos pases por la derecha y hasta dosantinas templadas, pero casi siempre citó fuera de cacho y codilleó en exceso. El par de orejas –una y una- fueron un premio exagerado a su labor con la tizona. Aquí en las novilladas, igual que en Sevilla y en Madrid, el juez de plaza se ciñe a las exigencias de los amigos y familiares del torero.

De Lupita López reconoceremos que se queda quieta y que tiene muy buenas maneras con el capotillo. Me acordaré de las gaoneras, las fregolinas y algún remate torero. Desgraciadamente, parece que la muleta le pesa mucho al derechazo y que no conoce los terrenos ni la distancia, por no hablar de su fatal concepción de la suerte suprema. Se llevó el lote más hecho y más fuerte y no pudo hacer gran cosa. No sé, debe haber acumulado ya la docena de avisos en sus cuatro actuaciones de la temporada.

Lo dicho, a veces el sorteo es injusto y fatal para los pocos aficionados que expían sus culpas en los desiertos tendidos de la monumental de Insurgentes. Así, la Fiesta muere sin remedio y no andamos muy lejos de que, como podría pasar en Barcelona, nos derriben el coso de la leyenda y de nuestros sueños de torería.